Capítulo 40
Jimena lanzó una mirada de desdén a Hernán, distante y fría, sus hermosos ojos se posaron en la figura elegante detrás de él por un instante antes de apartar su larga cabellera y esbozar una sonrisa fugaz.

—¿Señor Hernán? ¿Nos conocemos? —preguntó con coqueteo.

Rubén se quedó perplejo ante sus palabras.

Después de seguir a Hernán durante tantos años, era la primera vez que veía a alguien rechazarlo.

Y para colmo, esa persona era su esposa. Antes, solía ser Jimena quien suplicaba a Hernán que regresara a casa, incluso le costaba verlo.

Pero ahora, que Hernán venía a verla, ella lo bloqueaba directamente en la puerta.

Si fuera otra persona, Hernán ya le habría ordenado a Rubén darle una lección. Pero ella no era cualquier persona.

Era su esposa. Rubén miró a Jimena con asombro y dijo en voz baja:

—El señor Hernán ha venido con sinceridad. ¿Por qué no entramos primero y luego charlamos?

—Pero si ni siquiera lo conozco, ¿por qué debería hacerlo? —preguntó Jimena, levantando las cejas y
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