Capítulo 32
A punto de acariciar su rostro, Sandro, con una mirada rebosante de ternura, entrelazó sus largos dedos con los de ella en el aire suspendidos.

La escena frente a Héctor le apretaba el corazón. Siempre había sabido que Sandro amaba a Jimena, incluso después de que ella se casara con Hernán.

Este amor profundo siempre había permanecido oculto en su corazón.

—Hermano, no dudes. No permitas que te corten el paso a medio camino.

Jimena ya estaba divorciada y tenía derecho a buscar su propia verdadera felicidad.

En su opinión, Sandro era mucho mejor que Hernán.

—Una chica tan maravillosa como Jenny merece que te esfuerces por ella.

Al escuchar esto, Héctor guardó silencio. Con ojos de melocotón hermosos, miró con simpatía a la chica dormida, con sus ojos marrones fijos en ella.

La mujer se inclinó hacia él, apoyándose en su dirección, con su rostro elegante ruborizado, sus labios sellados en una línea recta y sus largas pestañas rizadas temblando como abanicos.

Era realmente una belleza
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