—¡Felicidades, ya tienes un mes de embarazo! Todo va bien.Al regresar a su habitación con la prueba en la mano, Magnolia Fernández creía que estaba soñando.Se armó de valor y le mandó un mensaje a su esposo, Ricardo Vargas: [¿Vendrás a cenar esta noche?]Él siempre había detestado que lo interrumpieran cuando estaba trabajando, y ella temía que, como en ocasiones anteriores, su mensaje se quedara sin respuesta.Sin embargo, unos minutos después, su teléfono se iluminó con una respuesta de él, fría y distante:—Sí, de hecho, tengo algo que decirte.Tras recibir la respuesta de Ricardo, Magnolia se apresuró a comprar ingredientes y preparar una gran cena. Colocó la prueba de embarazo en la mesa pero luego, pensando que era demasiado obvio, la volteó.Al atardecer, un auto de lujo negro entró al patio.Ricardo salió del auto, la chaqueta colgando casualmente de su brazo, alto y con una mirada penetrante.—Ricardo, has vuelto.Dijo Magnolia corriendo hacia él, intentando tomar su chaqu
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