Capítulo 0006
Ricardo vio el reguero de ropas regado, eran prendas sencillas, nada de marcas, ni lujosas.

¿Acaso no fue por riquezas que se casó con él?

Detuvo su mirada en la sucia bolsa de palma, y frunciendo el ceño le espetó:

—¿Otra vez jugando al gato y al ratón? ¿A quién quieres conmover dando lástima? ¡La abuela no está aquí!

El nunca la quiso, sin embargo estos tres años la apoyó económicamente, incluso al divorciarse le dejó una compensación sufriente para vivir sin preocupaciones.

Entonces, ¿realmente quiere irse o solo es una farsa?

Magnolia apretaba su teléfono sin batería, aún no había digerido la noticia de que Yolanda había encontrado a su familia. Siempre había soñado con ser encontrada por ellos y no estar sola.

Magnolia, distraída parecía afirmar lo que Ricardo decía.

Magdalena también los siguió. Salió fingiendo cojear.

— Ricardo, ella buscó esa cosa fea y rota de la cocina y empacó allí, no pude hacerla desistir.

El mayordomo rápidamente exageró: —Señor, solo quería aconsejar a la señora a no usar esa bolsa, pero ella se negó y tiró la ropa por todos lados. Teniendo maletas de marca, prefirió actuar como una víctima. Si se corre la voz, pensarán que la familia Vargas la maltrata.

El aire estaba extrañamente silencioso, Magnolia escuchaba las calumnias de estas personas, parada inmóvil.

Ella miró a Ricardo, queriendo saber qué diría.

El hombre la miró al preguntarle:

—¿No vas a decir nada?

Magnolia, respondió:

—Si ya dijeron todo, ¿Qué puedo agregar?

—Magnolia, ¿no estás satisfecha? ¿Qué más quieres?

Ante sus ojos, ella se casó con él por su dinero.

Ella le respondió mofándose:

—Sí, solo quería ser una esposa rica, quería gastar dinero a manos llenas, como las esposas distinguidas que viven de compras y toman el te con sus amigas cada tarde, pero yo, desde que me casé, el lugar que más visité fue la cocina y lo más lejos que fui fue al mercado, y ahora me echas de casa, perdiendo tres años de mi juventud. Hoy ya estamos divorciados, ¿puedo dejar de ser tu sirvienta?

Magnolia, por fin botó tantos años de resentimiento acumulado y quedó ligera, aliviada, demostrando que ser una persona interesada le habría hecho una vida más fácil.

—¿Terminaste?

Pero Ricardo tenía una duda, le había dado una tarjeta para gastos del hogar con doscientos mil al mes para su uso personal, le enviaba, ropa y bolsos de marcas famosas en cada temporada, había costeado los gastos médicos de su tío, y ahora, cuando se divorciaron le dio una gran suma de dinero. ¿Eso aún no era suficiente para ella?

A su pregunta, ella respondió:

—No, lo terminaré en un momento.

—¡¡Entonces continua!

Ella descaradamente demandó:

—Si quieres seguir escuchando, paga más.

El hombre apretó los labios en horizontal.

—Magnolia, ¿Eres tan codiciosa? La avaricia no trae buenos finales.

Ricardo estaba tan decepcionado, mirando los ojos obstinados de Magnolia. No podía entender como ella, siendo tan codiciosa y embustera podía tener unos ojos tan puros.
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