Marbella llegó a la mansión, los niños lloraban. Ella se puso frente a ellos, le dolía ver lo que había ocasionado con sus palabras crueles, y ahora se arrepentía. —Mami, ¿por qué te enojas? —exclamó Magnolia Marbella tocó su pecho, ahí yacía una gran culpa, sus lágrimas cayeron y Noli corrió a abrazarla. —No llores, mami —dijo Noli. Clyde también la abrazó. —No llores, mamita, por favor, no quiero verte triste. Marbella los abrazó. —Lo siento, no quise arruinar la fiesta, ¡lo siento! Perdónenme, por favor. —No estoy enojada, mami, no lloremos más, ¿sí? Marbella asintió, acariciando la dulce carita de su pequeña hija. —Vamos, niños, vayan a cambiarse, y luego vamos a comer el pastel de chocolate que hice para ustedes. —¡Sí! —exclamaron al unísono, corrieron a su habitación. —¡Chloe, soy una mala persona! —exclamó Marbella, levantándose, sollozando—. Me volví loca, no me importó nada, ni siquiera los niños, o la pobre Celestia, hubieses visto su carita cuando vio que llevaba
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