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Todos los capítulos de Perversa obsesión: Capítulo 61 - Capítulo 70
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Treinta.2
Rita baja las escaleras mientras habla por teléfono, grita instrucciones para que los "paquetes" se entreguen en tiempo y forma. Cuelga la llamada y finalmente ofende a la persona con la que hablaba. Llega hasta abajo y se encuentra conmigo, me mira interrogante, pero no dice nada, solo camina a la cocina. La sigo porque no se me ocurre otra cosa. Lo sorprendente es que este lugar está impecable.―Te fuiste temprano ¿no? ―pregunta Marlene cuando me ve―. Salí como a las tres y vi a Ventura solo, bebiendo.La imagen de él, desmotivado, me estruja el corazón.―Sí, yo...―¿A qué hora limpiarán? ―su voz provoca sentimientos encontrados―. ¿No pedimos que vinieran temprano?Me giro en un acto reflejo, pero me doy cuenta de que fue un error cuando Ventura se detiene en seco en su camino hacia acá, veo que trae un bloc en la mano. Nuestras miradas se encuentran durante un segundo, pero no lo soporto y me giro de nuevo.―Ya marco ―Marlene hace un gesto de irritación―. Hoy quedará limpio, tranqu
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Treinta.3
―Estoy en eso ―bufa Sebastián―. Está imposible. ―Dijo que las llaves estaban escondidas aquí ―lloriquea―. Era un hombre. Entre los dos buscamos las jodidas llaves con los gritos apremiantes de Dalia de fondo. Buscamos bajo mesas podridas, cajas volteada y cualquier rincón visible, pero es imposible, ni rastro de las llaves. Echo un vistazo de nuevo al hielo, lo veo más pequeño y ahora agua gotea por la caja. Estoy temblando del miedo y los nervios, pero no se me ocurre en donde podría estar. Subo al balcón, pero no hay nada, de hecho, está tan limpio como algo aquí podría estar. Desde aquí puedo observar mejor el hielo, un extraño brillo metálico en su interior me llama la atención, es como un reflejo o algo así...Hijo de puta, son las llaves. ―¡Las encontré! ―grito hacia abajo―. Están dentro del hielo. El rostro de Dalia palidece y Sebastián suelta mil maldiciones. Estamos jodidos y la más jodida es Dalia. Necesitamos una escalera o un banco o cualquier m****a alta que nos permi
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Treinta y uno
Desde que somos niños nos enseñan que mentir es malo; si se basan algunas religiones, mentir es un pecado y para expiarlo, se deben seguir unas pautas que borren la mala huella. Sin embargo, eso es desde un punto de vista del pensamiento mágico-religioso, si lo analizamos desde una perspectiva más realista, una mentira esconde un suceso, una palabra, una acción.Algunas veces una mentira sirve para ahorrar dolor, a veces se usan con fines poco morales, pero lo importante es que, a partir de una mentira, puede surgir otra y otra y llega un punto en el que la mentira es tan grande que es difícil hilar las mentiras pequeñas que la conforman o lo que es peor, la mentira se convierte en verdad.Y no en el sentido literal, pero a veces te lo repites tanto, que en tu mente lo crees real. "Báñate en mentiras si quieres, inventa una nueva historia, un nuevo nombre, empápate de tu invento si quieres, pero jamás olvides que debajo de todo, hay una verdad". Mi tía siempre me aconsejó, nunca fue a
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Treinta y uno.2
Sebastián me lanza una mirada exasperada, sobre todo, dolida y eso en sí me hiere porque el retazo de amistad que creí que había entre nosotros antes de la gran discusión, ya no existe.―Tengo los mensajes con la chica en donde acordamos la palabra de seguridad y el tipo de relaciones que llevaríamos ―me mira casi con desprecio―. Fue duro, tenía pruebas, pero acordamos que así sería.No sé mucho del sexo sadomasoquista, pero imagino que tal vez habría moretones o algún rastro de que no fue sexo vainilla. Aún así, Sebastián pudo usar eso a su favor para explicar el porqué la chica tenía moretones y demás. No lo conozco lo suficiente como para poder defenderlo, para creer que no forzó a la chica.―Yo te creí cuando dijiste que no tenías nada que ver con tu ex ―aprieta los puños con fuerza―. Te creí cuando dijiste que no sabías quién te llamó en la biblioteca, tal vez no debí hacerlo.Tiene un punto, te calló. La única persona que sabe la verdad es él y la chica que lo acusó y me temo qu
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Treinta y dos
Después de que Pavel confesara lo mucho que sufrió a manos de sus padres, ya no puedo ver a los señores de la misma forma. Son amables y sonrientes, pero es imposible verlos como personas decentes. Ser homosexual ya no debería ser objeto de burla, discriminación y menos aún de odio, pero la realidad me pega de golpe; el que no me rodeé de gente homofóbica no significa que no la haya.Pavel no nos dijo el nombre de su novio, aunque a juzgar por la cantidad de alumnos en el campus, seguramente no lo conozco. Lo único que sé de el susodicho es que el día de la fiesta llevaba una gorra.―Yo sabía lo de Pavel ―Sebastián dice una vez que estamos en su automóvil―. En la carta...él tenía una carta que apareció en mi libro ―dice titubeante―. La leí porque pensé que era algo importante y sí era importante, pero no para mí.―¿La carta que aparece en su foto?Sebastián asiente ante la pregunta de Dalia. Siento que ha pasado una vida desde que el acosador guardó en nuestros teléfonos una fotografí
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Treinta y dos.2
Giuli, por el contrario, está vuelta loca, a la pobre le dejan tanta tarea, exámenes y tablas, que verdaderamente me da pena. Y no solo eso, si no que habla seguido con Jaco, muchas veces la encuentro acostada en su cama con el teléfono pegado a la oreja y una sonrisa boba en su rostro. Por suerte, no ha querido ir a casa de los Diener, quiero pensar que es porque Jaco ya volvió a su casa y no está aquí. El pensamiento me da tranquilidad.La última semana no tuvimos tiempo para reunirnos con nuestra pareja y ni siquiera hablé con Tristán sobre ello. La última vez que lo vi, estaba en el baño en compañía de dos chicas que vestían y se peinaban igual, no es una escena que quisiera recordar, pero si a él no le da vergüenza, yo tampoco debo por qué tenerla. No fui yo quien fue descubierta en poses extrañas.―Está hecho ―dice bruscamente al sentarse en el asiento a mi lado―. Podemos empezar a pintar cuando gustes.Jamás podré acostumbrarme a su mirada color esmeralda, me causa tanta incomo
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Treinta y dos.3
Analizamos más pinturas, conocí otros autores, aprendí a identificar rápidamente las obras fauvistas de obras que se le parecen. Al final, todo me parece demasiado colorido. Durante todo el tiempo que el arquitecto habla, me dedico a observarlo, se mueve con elegancia, al contrario que en el fauvismo, sus movimientos no son espontáneos, parecen perfectamente planeados. Su vestimenta es formal, de profesor, no como un alumno. Es joven, pero parece que tiene mucha experiencia. Sus ojos son duros y fríos, pero el color no es coherente con el de los otros Diener. No todos los hermanos se parecen. Andrés estuvo en la fiesta, si es profesor es obvio que alguien lo debe conocer, es refuta la teoría de que es el hermano perdido. Y no es más guapo que Tristán, menos aun que Ventura.―¿Usted ha visto al... cuarto hermano?La mirada que me lanza no es de sorpresa, seguramente ya ha escuchado los rumores.―¿El cuarto hermano de quién?―De los Diener.Esboza una sonrisa muy pequeña y que me causa
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Treinta y tres
Por alguna razón entramos primero al área quemada. El clima es templado, pero estoy temblando. La vista de este lugar es imponente, apuesto a que cuando estaba ocupado era bonito. Mi imagen de un psiquiátrico es muy parecido al de las películas de terror y eso no es confiable.Hay varios cubículos, todo lo que alguna vez fue de madera terminó siendo cenizas, seguramente los bomberos o quien viniera a apagar el incendio quitó algunas de las peores ruinas. No sé mucho de incendios, pero cuando fue el de mi casa, los cimientos aguantaron debido a que no duró mucho. Aquí debió pasar algo parecido.Barremos el primer piso y decidimos subir al segundo, hay una puerta que conduce a un sanitario que apesta, está lleno de moscas que apenas se inmutan cuando echamos un vistazo. Dalia hace un gesto y sonido de asco y cierra la puerta de un azotón. Incluso ahí hay rastros del fuego.Hay otra puerta que conduce a una habitación vacía, un enorme ventanal permite la entrada de luz, ya no tiene vidri
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Treinta y tres.2
La quinta persona tiene cabello largo, está volteada de forma que su rostro no se aprecia, tal vez alguien la distrajo para la foto. De cinco personas, tres estaban en Yesca y murieron, dos de ellas son responsables de la masacre: Gibrán y Ramiro quienes se suicidaron por la culpa. ¿Qué mierda con Lizbeth? Ella también murió. Se supone que hay un tercer cómplice, la policía aun no sabe quién es el responsable. La respuesta tiene que ser esta fotografía. El acosador debe ser la otra persona en esta foto.La acosadora. Todo este tiempo pensaba que nos acosaba un hombre y ahora resulta que es una mujer. Y el psiquiatra, no hay forma de que una chica haga todo el trabajo sola. Esto debe ser una maldita broma.Antes de que cualquiera pueda decir algo, se escucha un sonido cerca de la puerta. Al voltear, veo a una figura encapuchada que avienta algo humeante al interior y nos cierra la puerta.―¡No respiren!Grita Dalia un segundo antes de que el gas se esparza por el lugar.El primer insti
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Treinta y cuatro
En internet no existe mucha información con respecto al hospital psiquiátrico, las páginas dicen los mismo y en realidad es muy poco. La biblioteca de pública de Velaria es pequeña, aunque bonita. Pasamos de largo la zona de libros para dirigirnos a la hemeroteca. Una bibliotecaria le informa a Sebastián que los ejemplares que datan de más de cinco años siguen en papel, de ahí en fuera, todo es más fácil porque lo podemos buscar virtualmente.Lo complicado es nuestra pasión.Pavel encuentra la fecha del incendio: diciembre del 2012. Esa fecha me suena, ¿qué ocurrió ese año? Salí del centro juvenil a inicios de enero, pero eso no es lo que me provoca molestia, ese año me suena, mierda. Por más que escarbo en mis recuerdos todo me devuelve a la confusión.Dado que el 2012 fue hace seis años, tenemos que acudir con una mujer de edad avanzada quien nos pregunta exactamente que tipo de publicación buscamos, qué ejemplar y de qué fecha.―Del incendio del hospital psiquiátrico ―dice Dalia ir
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