—¡Adam!— Ella se cubrió los ojos con la palma de una de sus manos, —No seas así y ponte la bendita toalla esa.—¿Por qué debería ponerme una toalla? ¿O es que se te olvidó que estamos casados?— Dijo él con un tono bromista.—Pero recuerda que nos casamos por medio de un trato.— Le recordó ella, —No nos casamos porque estemos enamorados, ¿O sí?—Las cosas han cambiado mucho.— Él se colocó la toalla alrededor de su cintura, —Ya puedes quitarte la mano de los ojos.—¿Cómo así que las cosas han cambiado mucho, Adam?— Preguntó ella, llena de curiosidad, quitándose la mano de los ojos, —¿Te estás enamorando de mí?—¿Qué te puedo decir? No sé qué me está matando o este tumor cardíaco o el amor que estoy comenzando a sentir por ti.— Dijo él con tristeza y un suspiro, —¿Sabes? Yo toda mi vida soñe en casarme con una buena mujer, que me ame y que me dé una familia. Pero por culpa de éste tumor cardíaco vivo con la incertidumbre de saber si mañana estaré vivo o no. Eso me quema, ¿Sabes?—Tú solo
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