Jimmy regresó a su casa después de haber estado casi cuatro horas esperando que arreglaran la pintura de su pequeña poni. Por fortuna, el taller donde acostumbraba llevarla era el mejor de la ciudad, y el mecánico era un buen conocido suyo que sabía hacer su trabajo perfectamente, así que, no solo arregló el horrible daño que había hecho el cucarrón salvaje, sino que también la dejó como nueva; aprovechó para blindarla con una pintura tan resistente que fuera casi imposible de dañar, solo por si a la reencarnación de King-Kong en versión femenina, se le ocurría volver a jugar sucio. Guardó a su pequeña poni en el garaje, lejos del lugar de aparcamiento donde Salomé solía dejar su auto pasado de moda, y entró a su cuarto dispuesto a darse una ducha; sin embargo, para su desgracia se encontró con que no salía agua de la regadera, ni del grifo, ni del tanque del retrete, por lo que tuvo que envolver su cintura en la toalla y bajar al primer piso donde se encontraba el baño general, que,
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