Capítulo LXVIII. Dolor, sentimientos y huida.
Hanna. Pocas veces había recurrido, a mi fuerza interior, a esa que me hizo organizar el funeral de mis padres, a vender lo que podía, cuando los acreedores cayeron sobre lo que hubiera quedado de los bienes de mis padres. Agarrándome siempre a lo único que me quedaba, Mia. Justo eso fue lo que me hizo trabajar como acompañante, o lo que, cuando mi hermana tuvo el accidente, me llevó aceptar un contrato, vendiéndome a un hombre, que me volvía loca, me tentaba, y me derribaba todas las barreras. Un hombre, que yo en fondo sabía, que, aunque lo negara mil veces, y más que nadie, a mí misma, amaba, como no había amado a otro. Sólo el dolor que me ahogaba, mientras intentaba mantenerme a flote, me lo confirmaba lo que verdaderamente sentía por Roy William Miller, algo muy fuerte, que no había sentido por ningún otro hombre. Fue por eso por lo que verdaderamente acepte ese trato, fue por eso por lo que intentaba aprovecharme de cada gesto de cariño, o atención que se hombre me ofrecía, y
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