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Todos los capítulos de La amante contratada del CEO: Capítulo 51 - Capítulo 60
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Capítulo XLIX. Cuando la ira controla tus actos. parte 1
Hanna. Mientras la limusina avanzaba por Londres, conmigo dentro totalmente furiosa en la parte de atrás, escoltada por los guardaespaldas, o más bien los perros guardianes que me había adjudicado el hombre muerto del CEO, para controlarme, yo me imagina las mil maneras de mandarlo a la m****a directamente una vez llegara a la mansión, donde recogería mis cosas, y tras decirle descriptivamente, y con detalle, al Alfa donde se podía meter sus acuerdos, salir de la vida de ese hombre, para siempre. Pero sabía que eso no podía hacerlo, el primer pago del dinero que tenía ahorrado, ya había sido abonado a a la clínica que atendería a Mia, por estos tres meses. El segundo lo haría tras la fiestas de navidad y año nuevo, porque ya el CEO me había ingresado la cantidad que habíamos acordado como pago de que yo, fuera su amante por un año. Así que durante el trayecto a dónde que me enviaran, estos perros fieles de Roy Williams Miller, el Alfa altanero, desconsiderando, mandón, y gilipoll
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Capítulo L. Cuando la ira controla tus actos. Parte 2.
Hanna Pronto la botella del delicioso vino desapareció, y fui a por otra, el alcohol consiguió que me sintiera más alegre, más ligera, y la ira fue desapareciendo, para hacer que me transformara en una descarada, mimada, y rebelde mujer, que estaba, porque no decirlo, totalmente ebria. El calor había hecho que me semi desnudara, permanecí con mi tanga y sujetador blanco, todo cubierto por una camisa de botones blanca, que le había robado al CEO de su armario. Me sentí defraudada, en mi nube ebria, de que no conservara su delicioso olor corporal, la camisa olía a limpio, a suavizante de ropa caro. Había pedido a Alexa que me pusiera una música animada de los años ochenta y noventa para poder bailar. Lo sé, no estaba en mis plenas facultades, pero que podéis espera tras la ira, y la rabia, junto a el alcohol, todos colaboraron para que acabara así, con una copa de vino en las manos, que era como mi mayor, y más necesario accesorio en esos momentos, he intentado acabar con las existen
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Capítulo LI. Un Alfa en problemas. Parte 1.
Roy. Mientras subía en el ascensor que se dirigía al ático, igual que como me había pasado durante el todo el trayecto, continuaba pensando en cómo calmar a la bruja. Debíamos llegar a ese apartamento, que me habían regalado mis padres, cuando decidí venirme a vivir a Londres, y trasladar la sede central del grupo aquí, para estar más cerca de Ailan. Mis padres también le habían regalado otro ático a Ailan cuando mi hermana se mudó a Londres, tras acabar la carrera, de hecho, mi padre se encargó de que mi piso estuviera cerca del de Wendy, que se encontraba en el edificio gemelo a este, a unos metros del mío, tras cruzar la gran plaza que los dividía. No suelo utilizarlo mucho, desde que compre Old Winston House. Siempre he vivido en una mansión, en una gran casa, no me gusta mucho los pisos, por muy moderno y lujosos que sean, me gusta salir a correr por los alrededores de la mansión, tener una pista de tenis, y cancha de baloncesto donde jugar con mis amigos, incluso una pis
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Capítulo LI. Un Alfa en problemas. Parte 2.
Roy. Quien no estaba de acuerdo con mi teoría de permanecer lejos de Scarlet, fueron otros factores, el alcohol, el desequilibrio, y la gravedad, así que cuando vi como la diosa, tropezaba con sus propios pies, para salir volando hacía delante, activó mi instinto protector, y en un segundo, llegué junto a ella, para cogerla en mis brazos, mientras mi cuerpo recibía el peso de su cuerpo, junto a la primera descarga de deseo descontrolado. La oí gemir como cuando la tuve en mis brazos, como esa noche que estuvimos juntos, y tuve que decirle a mi mente que sólo había sido mi imaginación, que no cayera en las trampas de la bruja, o estaríamos perdidos. - “Te mereces unos azotes, bruja de ojos cambiantes.”- le dije con mi voz tomada por la frustración y el deseo. Pensando que con eso se le pasaría, pero como siempre, esa mujer tomaba sus propias decisiones, aunque algunas de ellas, nos llevaran al infierno a los dos. - “¿Alfa Grey, me vas a llevar a la sala roja?, si luego me promet
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Capítulo LII. Deseo, fuego, hielo y pérdida de control. Parte 1.
Hanna. Mientras me revolcaba en el hielo, gritándole y amenazándole como una posesa, mientras él se partía de risa, al mismo tiempo que yo sentía como la nieve me quemaba la piel, y me atería de frio, dentro de esa bañera gigante, o lo que fuera, donde el gilipollas del Alfa me había tirado, supe que, en el fondo, me lo merecía. Pero eso era algo que no se lo diría la Alfa mientras viviera, aunque me torturara. Era verdad que quería ajustarle las cuentas a Roy William Miller, y también era verdad que el alcohol me había desinhibido hasta un punto bastante peligroso, y seguro que, conociendo a ese controlador, y ególatra licántropo, el que yo lo retara delante de su hombre, así, lo sacó de sus casillas. Pero, por otro lado, creo que su correctivo había sido demasiado estricto, sino me sacaba de allí en breve, seguro que morirá congelada, o al menos esa era la sensación que tenía. A lo que, si me ayudó estar sumergida en ese mar blanco y frío, fue a que mi embriagues se redujera a la
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Capítulo LIII. Deseo, fuego, hielo y pérdida de control. Parte 2.
Roy.- “¿Como era que no me cansaba de su sabor? ¿Cómo era posible que no me cansara de saborearla?”- pensaba mientras la tenía delante de mí, expuesta con una pierna sobre mi hombro, gimiendo descontrolada, agarrada a mi cabello y mis hombros, fuertemente.Ya había conseguido arrancarle un par de alucinantes y sentidos orgasmos, y aun así no me había detenido para que se recuperara. Sólo cuando sentí que sus piernas se debilitaban, la sostuve con mis manos en sus caderas mientras me incorporaba. Su respiración era jadeante, y su cuerpo aún temblaba de las sensaciones recibidas.Estaba jodidamente bella, con la cara enrojecida del agua caliente, y del éxtasis. No pude evitar besarla de nuevo, mientras la cargaba de nuevo, enrollándola en una enorme toalla, para llevarla a la cama kingside que había en la habitación principal.-“Dime, estas decidido a acabar conmigo, ¿verdad?, ¿cuándo firmé el contrato había alguna cláusula de un seguro de vida que dice que valgo más muerta que viva?”-
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Capítulo LIV. El dictamen ineludible de la Diosa Miller. Parte 1.
Hanna. Poco a poco, abrí los ojos, mientras mi cuerpo saciado y adolorido se resentía placenteramente. Justo en ese momento, las imágenes de la noche anterior volvieron a mi mente, haciendo que me despertara totalmente del sueño, como cuando te echan un cubo de agua fría por la cabeza. Al estar totalmente despierta pude sentir, que alguien me abrazaba desde atrás pegado a mi espalda, no tenía que mirarlo para saber quién era. Esperé a que me llegara el arrepentimiento, esperé a sentirme decepcionada de mí misma por haber cedido tan rápidamente a mis deseos, pero nada de eso llegó, más bien la sensación de plenitud y de sentirme completa. Una conclusión lógica a todo lo que llevaba sintiendo desde que el Alfa había entrado en mi vida. - “Decididamente Hanna, estás perdida.”- pensé mientras me giraba lentamente para no despertarlo y poder mirarlo a la cara. Estaba arrebatadoramente atractivo, con ese pecho desnudo, mientras algunos mechones de pelo caían rebeldemente sobre su frent
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Capítulo LV. El dictamen ineludible de la Diosa Miller. Parte 2.
Hanna.- “¡Per…per…perdón!”- yo trataba de disculparme mientras tosía sonoramente intentando recuperarme. Y no acabar asfixiada sobre la mesa del desayuno.Mientras, él se limpiaba con su servilleta, el nuevo tratamiento de baño de café a presión, que había recibido.- “Decididamente necesito ir al psiquiatra, tengo perdidas de memorias, y de sentido común”- pensé sin poder mirar al Alfa, mientras intentaba no morir ahogada con el café, porque de nuevo había olvidado protegerme. - “¿Y tú vas a ser doctora en medicina? Pobres paciente”- pensé finalmente como reproche hacia mí.Cuando el pequeño incidente fue resuelto, fue cuando finalmente, pude mirar al Alfa, con algo de arrepentimiento, mezclado con indignación y enfado, ya que también me di cuenta de que yo sólo no era la única responsable, el Alfa era un hombre sexualmente activo, más que nadie tenía que saber las consecuencias de no mantener una vida sexual saludable, y con protección. Además, si añadimos el agravante de que yo no
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Capítulo LVI. Una imposición que descubre secretos. Parte 1.
Roy. - “¿Qué estupidez estás diciendo, Roy? Sabes que conocemos la clave de acceso del ático, siempre pretendes que nos quedemos aquí cuando venimos a verte a Inglaterra, en vez de quedarnos en tu maravillosa casa, y como este ático te lo compró tu padre, es como si fuera nuestro también. Así que no intentes cambiar de tema, y responde a mi pregunta. ¿sabes lo que tienes que hacer?”- dijo mi madre dejando claro que estaba hablando en serio. Pero por si me quedaba alguna duda, ya el verdugo se encargó, de que lo entendiera con pocas palabras. - “Roy no creo que tu madre se tenga que repetir. ¿Has entendido?.”- con esta sola frase sabía que se esperaba una respuesta por mi parte, una respuesta que yo ya tenía clara. Pero la respuesta no era clara porque me lo impusieran mis padres, sino porque después de la noche que había pasado junto a la bruja de ojos cambiantes, junto a todo aquello que yo llevaba guardando en mi interior desde que la había conocido, había revelado una verdad úni
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Capítulo LVII. Una imposición que descubre secretos. Parte 2.
Hanna. - “No estes nerviosa, Hanna, primero ve a ducharte, cuando tu ropa llegue, te la llevaré al baño. A no ser que seas tímida, hay personas así y no quieren que nadie las vea desnuda.”- me dijo la madre del Alfa cuando entramos en la habitación, donde la cama revuelta delataba que dormir plácidamente, lo que se dice plácidamente, no era lo que se hizo en esa cama. Estaba totalmente avergonzada, no sólo por el hecho más que evidente de que estaba en la misma habitación, con la madre del hombre que, hacia unas horas, me había hecho estallar de éxtasis, sino que además, esa inteligente y observadora mujer, mantendría conmigo una conversación de lo más normal, bueno todo lo normal que se puede mantener con una mujer medio desnuda, y con las marcas en su cuerpo de haber retozado toda una noche con experto hombre, que resultaba ser, ni más ni menos, que el mayor de sus hijos. Lo dicho, todo muy “normal”. - “Creo que iré a ducharme, si me disculpa señora Miller”- le dije sin levantar
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