26. El Secuestro
La decisión de permanecer estática cuando la camioneta pasó había sido un grave error. La camioneta volvió. De ella salieron unos tipos que corrieron hacia mí. —Solo te diré dos cosas —dijo uno de ellos, colocando un arma en mi espalda—. Primero, no grites… —su voz era firme, amenazadora—. Y segundo, camina hacia la camioneta. No te haremos daño si sigues esas dos sugerencias. Sin más opción, avancé hacia la camioneta. En ese momento, vi a Alessandro llegar y correr hacia mí, pero era demasiado tarde; ya estaba dentro de la camioneta. Intenté luchar para liberarme y regresar a los brazos de Alessandro, pero antes de que pudiera hacer algo, sentí un golpe en la nuca que me hizo desplomar. Cuando recobré el conocimiento, todo estaba oscuro. Una bolsa cubría mi rostro, impidiéndome ver, y escuchaba las voces de hombres discutiendo sobre qué hacer conmigo. Intenté moverme, pero estaba atada de pies y manos, sentada y expuesta a una luz brillante. —¿Deberíamos esperar al patrón? —pregu
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