89. Sumergidos en el amor y el placer
Ella respondió de la misma forma, y de un segundo a otro, sus cuerpos se frotaban entre sí, ansiando que pronto desapareciera la ropa. Y así fue. Despacio, Santos escondió una mano debajo de la delicada prenda femenina, y ascendió hasta capturar entre sus dedos uno de sus suaves y firmes pechos, luego el otro. Jugo con ellos. Los apretó y consintió, hasta que no fue suficiente y le arrancó la camisa y el sujetador, dejándola completamente expuesta para él. La última vez que había visto aquellos pechos no daban aún de lactar, y eran jodidamente preciosos, pero, en ese momento… en ese momento eran perfectos. Ana Paula gimió ante la exposición de su desnudez frente a sus ojos, y como estos se iluminaban de increíble deseo, así que pasó un trago, excitada y entregada a la vorágine de sensaciones que comenzaban a expandirse por todo su cuerpo… y también deseó tocarlo. Fue exactamente lo que hizo. Con gesto atrevido, ancló sus dedos a su camisa y se la retiró lentamente, deslizando las
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