54. Trabajo de parto
Durante el traslado, ella no paró de quejarse y llorar, provocando que con cada lamento el corazón del CEO se comprimiera más y más. — Me duele. Me duele mucho la cabeza. Auch, ya no aguanto — lloró, negando y sosteniéndose la cabeza con mucha fuerza. — Tranquila, tranquila. Estamos llegando — le susurró él, angustiado, importándole poco nada que no fuesen ella y el bebé en ese momento. Saberla sufriendo de ese modo, era insoportable, casi asfixiante. — ¡No puedo! ¡No puedo! ¡Ayúdame! — rogó, ya sin aliento. Todo el esfuerzo que estaba haciendo en ese momento era por su hijo. Su pequeña razón de ser. — Es lo que estoy haciendo — tomó sus manos y le besó con amor cada uno de los nudillos —. Solo aguanta un poco más, solo un poco. Ella asintió, pero todo de ella temblaba de dolor. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano. Sentía que iba a desfallecer. — ¡Auch! ¡Auch! — seguía sollozando, mientras él la adornaba con caricias y besos suaves, tranquilizadores. Tan pronto llegaron, Br
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