No podía dejar de besarla.El sonido suave de la cafetera llenó el aire...Luis, recostado contra la pared, se veía relajado, con su chaqueta de traje colgada en la silla, mostrando el chaleco que acentuaba su cuerpo atlético: hombros anchos, cintura estrecha... como diría Clara, un imán para las miradas.Mientras jugaba con una taza en la mano, dijo con desdén: —Deberías ayudarla con la tarea.Alegría hizo un puchero, claramente descontenta.Dulcinea, llena de ternura, le preguntó:—¿No te gusta hacer la tarea, cariño?Alegría se acurrucó más en sus brazos, con una expresión lastimera: —No sé cómo hacerlo.Sin darle mucha importancia, Dulcinea abrió el cuaderno de tareas de Alegría, pero lo que vio la dejó atónita.Estaba lleno de marcas rojas.Lo más sencillo, como sumar 1+1, estaba mal; Alegría había escrito 3, y ni siquiera las correcciones estaban bien hechas.No solo en matemáticas, también en español.Dulcinea, por muy despistada que fuera, comprendió al fin lo que Luis quería m
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