Dulcinea intentó escapar, usando manos y pies para moverse, pero Luis la atrapó fácilmente por una pierna y la arrastró de nuevo. Con rapidez, utilizó su corbata para atar sus muñecas, colocándola en una posición humillante.Ella lloraba suavemente, temblando con cada sollozo.Luis, de pie junto a la cama, la observaba con frialdad mientras desabrochaba los botones de su camisa.Su piel blanca y suave contrastaba con su cuerpo musculoso, creando una escena de gran impacto visual.Luis la acercó, apretándole la mandíbula mientras se inclinaba para besarla, sus palabras cargadas de desprecio:—¿No es eso lo que te importa? Dulcinea, eres una hipócrita.Ella estaba tendida sobre las sábanas blancas, su cabello oscuro desordenado. Toda su apariencia reflejaba una vulnerabilidad desgarradora.A pesar de todo, de repente, Dulcinea sonrió.Cuando Dulcinea sonreía, mostraba un pequeño colmillo, lo que solía ser encantador. Pero ahora, con sus rasgos maduros y su cuerpo de mujer, había adquirid
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