Al oír el nombre, Dulcinea se quedó inmóvil por un instante.Luis la miró, notando la ligera tristeza en su rostro, un rasgo atractivo de una mujer madura. Involuntariamente, la besó.Dulcinea se sorprendió.Por un momento, olvidó resistirse. Solo cuando Luis volvió a besarla y la presionó nuevamente, ella se apartó, su voz temblando:—Mi hermano está aquí.Él la sostuvo por los hombros, listo para seguir. Acercándose a su oído, murmuró con voz ronca:—Somos esposos legítimos. ¿Qué importa que él esté aquí?Dulcinea lo empujó:—No soy tan descarada como tú.Se adelantó y, elevando la voz, le dijo a la empleada:—Dile a mi hermano que espere un momento. Dile que el señor Fernández irá a recibirlo en breve.La empleada obedeció y se fue.Luis se incorporó, dejando al descubierto su torso blanco pero fuerte. Miró a Dulcinea mientras ella se vestía, soltando una risa sarcástica:—Eres realmente despiadada. Sabías que anoche bebí y me excedí, y aun así me empujas hacia el fuego con tu herma
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