Luego, niveló la arena, sin dejar rastro alguno.Mario permaneció allí durante mucho tiempo, con el corazón lleno de dolor y lágrimas en los ojos. Sabía que, al final, era solo un hombre común, incapaz de cambiar el destino. Por más dinero que tuviera, no podría salvar a su amada.Ya no quería admitirlo, pero en lo más profundo de su ser, sabía que Ana se había ido.Desde ese momento, Ana ya no estaba.…Al caer la tarde, Mario retornó al corazón de la ciudad.El imponente vehículo negro avanzaba con parsimonia mientras él, en el asiento trasero, contemplaba con seriedad los cambiantes matices del cielo al horizonte, su semblante imperturbable sin revelar emoción alguna.Ajeno a su entorno, al otro lado de la calle, Ana permanecía inmóvil, con la mirada perdida en el horizonte.Sin recuerdos del pasado, sin familia, apenas unas cuantas prendas de vestir y algo de dinero en efectivo, junto a su sencillo monedero que guardaba su identificación.Ana Fernández. Mujer, nacida el 20 de septi
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