Todos los capítulos de Papá Millonario ¡En busca de un bebé!: Capítulo 11 - Capítulo 20
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11. Haciendo las paces
Steve se quitó la corbata y tiró el saco sobre el sillón del cuarto.Se abrió los botones de arriba, de su camisa celeste y caminó hacia la puerta que separaba los dos cuartos. ¿Ella seguiría molesta por la discusión de ayer? Ni siquiera lo esperó como anoche. Comenzó a pensar como un viejo resabioso y mezquino.Abrió la puerta de la habitación suavemente y entró sin hacer ruido.Primero fue a la cuna y vio al bebecito con su piyama puesto, que decía “Amo a papá”.Steve sonrió con ternura y acomodó la cobija porque se había destapado.“Descansa hijo mío. Prometo sacar más tiempo libre para pasarlo juntos” pensó mientras acariciaba su pelo oscuro.Luego fue hasta la cama, donde la cara de Emma se iluminaba por la suave luz de la lámpara de noche que siempre dejaba prendida.Steve se sentó en el borde de la cama y se quedó mirándola.“Mala mujer, ni siquiera te preocupas porque el padre de tu hijo llegó muerto de hambre” le reclamó como si fueran una pareja de esposos.Miró su rostro
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12. Estoy de su lado hasta el final 
— Yo no lo odio, solo pensé, que quizás quería estar únicamente con el bebé – ella le respondió, esquivando su mirada y comenzando a pasar con suavidad el jabón por la suave piel de su hijo, mientras el padre lo sostenía con firmeza.— No me molesta que estés con nosotros, no tienes que tratarme tan distante, Emma – Steve suspiró concentrado en cumplir con su parte.— Lo siento mucho si te ofendí con lo del anillo y el tema de mi madrastra – organizó sus ideas y comenzó su disculpa — Es un asunto un poco crítico para mí.— En realidad, no me diste ningún motivo para desconfiar, incluso me estabas contando el incidente. La verdad es que fui un imbécil.— ¿Puedes perdonarme, por favor? — Gírelo para lavarle la espalda ­– fue la respuesta de la pelinegra que hacía su baño con eficiencia.— Le alcanzo la toalla y puede colocarlo en el cambiador, donde ya están todas sus cositas preparadas.Steve hizo lo que le dijo y sonrió, al ver la cara de complacido, de su rosadito bebé, después del
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13. La meretriz de los Brown
— Augusto, por favor, reconsidera esto que vas a hacer – Eloísa casi estaba que le rogaba a su esposo, porque por mucho que intentó buscar pistas, nada que pudiese usar, en concreto, contra Steve.En una hora vendría el abogado y el traspaso del 10 % de las acciones sería un hecho, ya no habría vuelta atrás.— Eloísa creo que ya hablamos sobre el tema y de hecho, me tienes un poco cansado de lo mismo— Augusto no levantaba la vista de los documentos que estaba revisando en su despacho.Aunque ya no estaba al frente de la compañía como el CEO, nunca había dejado de trabajar en los asuntos imprescindibles. — Pero, amor, ¿no consideras demasiado raro todo esto del hijo repentino de Steve? – Eloísa no iba a rendirse sin luchar hasta el final.— No sé, qué te pudo haber dicho, pero algo oculta, estoy segura…¡Boom!Un golpe brusco sonó sobre la madera del escritorio, sobresaltando a Eloísa y callándola en el acto.— Supongo, que de verdad has considerado que ya estoy muerto, por lo tanto,
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14. No te atrevas a tocar a mi niñera
— ¿¡Está todo listo!? – le preguntó Eloísa a su doncella calzándose los altos tacones negros. — Bien, bien, vámonos ya antes de que venga Steve, porque sé que debe estar en su hacienda. — Llamé a la compañía y me dijeron que se tomó el día libre. — Hagamos un escándalo, para ganar tiempo y de paso presionar a esa nana idiota – caminaba desde su inmenso vestidor hacia el cuarto, que llevaba luego a una pequeña sala. — Recuerda, tú eres mi testigo, ¡tienes que decir que la dejé sola un momento y la encontraste husmeando en mis cosas! — ¡No puede haber dudas de que ella robó el anillo! – seguía perfeccionando todo su plan desesperado, donde la inocente de Emma era la víctima protagonista. — Llamaré a mis contactos en la policía y a menos que suelte lo que sabe, no la liberarán ¡Esa nana de pacotilla hoy me dice lo que sabe! — Hay que formar tal show, que Steve no pueda venir hoy, ¡no puede firmar con el abogado! ¡Mi hijastro no! … ¿Steve? Eloísa sintió que de repente la presión co
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15. Ustedes, son lo mejor para mí 
— ¿Usted, se siente bien? Disculpe, pero creo debería descansar. Emma comenzó a aconsejar a Steve, que entró a su habitación a darle las buenas noticias, de que el bebé era oficialmente un accionista. Pero Emma detuvo su consejo, porque se estaba pasando un poco de la confianza con el dueño.— Quiero decir, es que, disculpe, no debí…— Emma, en serio, me haces sentir como un completo extraño cada vez que me tratas así – Steve suspiró abrazando a su tierno bebé, que estaba entretenido mordiéndose la mano.— Dime lo que tengas que decirme, sin tanto temor.— ¿Acaso parece que te quiero comer? – Steve lo dijo en broma, pero luego analizó la frase y se dio cuenta de que algo sonaba confuso.¿Se quería comer a la Sra. Green?Steve miró la hermosa pelinegra, que ahora se mordía el labio inferior entretenida, pensando indecisa, si hablar o no.Definitivamente, sí se la quería comer, cada día le quedaban menos dudas.— Es que, si es su único día de descanso y además, se nota que no se sient
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16. Las mentiras de Jennifer
Al otro día, Steve se levantó con el cuerpo, todo pegajoso de tanto sudar, pero más recuperado.Al menos la fiebre ya había bajado y la cabeza no dolía como si se la hubiesen abierto a la mitad.Miró alrededor buscando a Emma. La recordaba cuidándolo toda la noche, en sus momentos de estar medio dormido.Steve se pellizcó el puente de la nariz suspirando, arrepentido por haberla hecho pasar tan mal momento.Como si no tuviese suficiente con cuidar un bebé a todas horas.Se levantó, estirando todos los músculos adoloridos y caminó hacia el baño, se lavó un poco, cepillándose y se acomodó el nido de cabello negro desordenado que tenía en la cabeza, con algunas canas dispersas por ahí.Antes de bañarse quería verla, decirle que estaba mejor y agradecerle. Caminó hacia su habitación y pasó por la puerta corredera semiabierta.— ¿Emma? – la llamó bajo, con la voz ronca de recién despierto.Sus pasos lo llevaron a la cuna de su hijo, que dormía plácidamente. Como siempre, la ternura era
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17. Una arpía fuera de la hacienda
— Steve, yo…— Márchate, ya escuché lo que necesitaba. — Usted y yo, luego hablaremos – le dijo al mayordomo que lo miró suplicante, pero entendió que era peor quedarse, para lo que vendría a continuación, así que salió con rapidez, cerrando la puerta.Al pasar por al lado de Jennifer, ella le dio una mirada mortal, con la cabeza aún baja, pero ya el viejo mayordomo no le tenía tanto miedo como antes.Comprendió, que solo estaba temiendo un farol y que tendría que haberla delatado hace mucho tiempo.Ella no iba a ser la Sra. Brown ni sería nadie, posiblemente la echaran primero que a él.— Siéntate – Steve se sentó en uno de sus sofás de cuero negro y le indicó con la cabeza, que se sentara en el mueble frente a él.Jennifer obedeció más mansa que una paloma, casi no podía tragar del nudo que tenía en la garganta.— Aquí mismo tuvimos una conversación, donde te pedí amablemente que trataras bien a Emma, que ella cuidaría solamente al niño ­Steve comenzó a hablar con un tono mortal y
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18. ¿Me ama o no me ama?
El corazón de Emma latía desbocado y sin control.Casi quería retroceder el tiempo para volver a oír con detenimiento la conversación y estar segura de que no escuchó mal.¿El Sr. Brown dijo que ella le gustaba? Todas esas confesiones que hizo ¿Serían verdad?Se llevó la mano al corazón y los pensamientos en su cabeza estaban trabajando a mil por hora.No debería ser el caso, seguro se lo dijo para tomarla como un escudo y deshacerse de esa molesta mujer. Claro, debió haber sido eso, cómo un hombre tan bien parecido y millonario, se iba a fijar en una mujer como ella.La alegría del descubrimiento se fue transformando en desilusión.Bajó preocupada, porque Steve se había ido echo una fiera y a Emma le preocupaba que al enfrentar a la cuñada, comenzara a decir mentiras como siempre y a difamarla de no cuidar bien a Gabriel. Los gritos salían a través de la puerta y al acercarse, escuchó el contenido de la conversación.Apenas y le dio tiempo a esconderse cuando se percató de que Jenn
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19. Bienvenido a casa
Cuando Steve llegó al hospital, ya le habían hecho los primeros auxilios a Jennifer y estaba fuera de peligro su vida. — Ella despertará en un rato, cuando se le pase el efecto del sedante. — Es obvio que tendrá que tomar terapia con el psiquiatra y que, una vez más, intentará presionarte de esta manera, ¿qué piensas hacer ahora?Leo, como siempre, se vio arrastrado, incluso en su día libre, en las desventuras de la vida de Steve.— No te preocupes, sé lo que tengo que hacer— respondió pasando al cuarto privado, donde Jennifer descansaba. Steve se quedó mirándola por un rato, sentado en el sillón a su lado. Jennifer era muy parecida a su hermana Paula, su difunta esposa.Por lo menos en apariencia, porque su personalidad era muy diferente. Paula era una mujer increíble, hermosa e impetuosa, pero a la vez dulce y elegante. Podía montar un caballo al estilo vaquero y parecer una dama refinada. Steve había llorado y mucho su muerte. Estaba enamorado de su mujer y se sumió en su m
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20. Seduciendo a la madre de mi hijo
Los días pasaron en relativa tranquilidad y parecía que todo iba encontrando el camino correcto.Winona se había mudado con su madre y ya Steve había decidido preocuparse por la pequeña, pero no involucrarse a fondo nunca más en ese asunto.Se hizo una costumbre, que Steve llegara a su casa y cierta pelinegra lo estuviese esperando con una cena caliente, incluso comenzó a llegar a tiempo para comer con ella en el comedor, como hace rato no hacía desde que su esposa había fallecido.Hablaban de sus cosas cotidianas, del bebé, principalmente, que hasta sus pedos apestosos le parecían lo más tierno del mundo.Aprendían de sus gustos, de su pasado y así, ese frágil vínculo se fue fortaleciendo y ambos continuaban superando las barreras de su corazón, conociéndose el uno al otro.— Emma, necesito viajar unos días al extranjero para cerrar un trato muy importante de la compañía – Steve le comunicó un día en lo que cenaban juntos.— La verdad, es que no quiero que te quedes sola aquí en la h
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