40. Me gusta cuidarlo
Regina se sonrojó ante las palabras de William, pero no se movió ni un milímetro. Tenerlo así de cerca, donde su nariz alcanzaba a percibir su olor natural, era un estímulo más que agradable.—William, no debería decir esas cosas… —susurró ella. Él la observaba por encima de su hombro, su dulzura y atención lo hacía perder la razón.—Ya se lo dije, quiero estar con usted y no hay lugar más cómodo que estar bajo su cuidado —comentó y ella frunció un poco el ceño.—Puedo cuidarlo en la casa grande, este no es el mejor lugar —propuso, pero William negó y fijó su mirada en la pared frente a la cama.—Regina, no insista, me quedaré acá, bajo sus cuidados y donde solo seamos nosotros.En parte era verdad, William quería estar a solas con ella, pero, por otro lado, no deseaba que nadie de la casa lo reconociera y quedara expuesto frente a las dos mujeres. Era consciente de que tenía que contarle la verdad, pero no encontraba el momento adecuado, además el miedo de pensar que ella se alejara,
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