Todos los capítulos de Condesa arrepentida. El precio de una traición: Capítulo 41 - Capítulo 45
45 chapters
40. Me gusta cuidarlo
Regina se sonrojó ante las palabras de William, pero no se movió ni un milímetro. Tenerlo así de cerca, donde su nariz alcanzaba a percibir su olor natural, era un estímulo más que agradable.—William, no debería decir esas cosas… —susurró ella. Él la observaba por encima de su hombro, su dulzura y atención lo hacía perder la razón.—Ya se lo dije, quiero estar con usted y no hay lugar más cómodo que estar bajo su cuidado —comentó y ella frunció un poco el ceño.—Puedo cuidarlo en la casa grande, este no es el mejor lugar —propuso, pero William negó y fijó su mirada en la pared frente a la cama.—Regina, no insista, me quedaré acá, bajo sus cuidados y donde solo seamos nosotros.En parte era verdad, William quería estar a solas con ella, pero, por otro lado, no deseaba que nadie de la casa lo reconociera y quedara expuesto frente a las dos mujeres. Era consciente de que tenía que contarle la verdad, pero no encontraba el momento adecuado, además el miedo de pensar que ella se alejara,
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41. No planeo irme
Regina caminó a paso lento hasta la huerta, algunas lágrimas resbalaron por sus mejillas y ella las dejó correr sin reparos, era la primera vez que hacía ese recorrido sin la compañía de su pequeño y se sentía incompleta, aunque sabía que el bebé había quedado en las mejores manos posibles. Serafina cuidaría de Dash como si fuera su propio hijo y eso calmaba su alma.William la esperaba desde hace más de una hora y al no verla llegar, decidió salir de la cabaña y esperarla junto a la huerta. Se encontraba inquieto, porque ella no solía llegar tarde y esperaba que nada malo hubiera sucedido.Al verla aparecer a la distancia no le quitó los ojos de encima, ella parecía tan ensimismada, que no había notado su presencia en la huerta. Algo sucedía y William frunció el ceño a la espera, si no fuera por el temor que tenía al salir hacia ella y ser reconocido por alguien de la casa, ya habría corrido hasta ella o, habría ido a buscarla en la casa grande. Cuando Regina apareció el rastro de la
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42. Como siempre debió ser
William caminó con decisión hacia Regina, que inmóvil lo esperaba. No tocarla era un esfuerzo demasiado alto, así que, con firmeza la agarró por la cintura y la atrajo contra su cuerpo. Ya no estaba la gran falda que no les permitía sentirse, ahora Regina pudo sentir cómo la entrepierna de William reaccionaba y presionaba su vientre bajo. Soltó un gemido, que murió ahogado ante el nuevo beso fiero.Regina con timidez y un poco de torpeza, llevó sus manos hacia la camisa de William y con lentitud empezó a desabotonarla. Él disfrutó de su tacto, verla inexperta fue algo que llamó su atención, pero no dijo nada, pues quería que ella se sintiera a gusto, como, posiblemente, nunca lo había hecho. Los dedos de la joven recorrieron el torso desnudo de su guapo acompañante, los músculos abdominales no solo se veían bien, sino que se sentían firmes y tersos ante su tacto y, como hipnotizada siguió el movimiento de sus dedos.William estaba mirándola, ella estaba absorta disfrutando de lo que v
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43. ¿Qué ha sucedido?
El compromiso con la princesa Abigail volvía a aparecer en la mente de William como una sombra ineludible. Sabía que ese vínculo no era más que una alianza política, sin amor, pero era un compromiso que le ataba las manos. Ahora, tras lo vivido con Regina, ese lazo le parecía más pesado que nunca, una cadena que lo mantenía alejado de la felicidad que apenas había comenzado a vislumbrar.Regina, en sus brazos, se veía tan frágil y al mismo tiempo tan fuerte. William sentía una mezcla de emociones al mirarla, emociones que lo atravesaban con fuerza. No podía evitar pensar en el momento en que tendría que enfrentar la verdad, decirle quién era realmente y lo que el futuro esperaba de él. Pero por primera vez en mucho tiempo, se encontraba dispuesto a luchar contra lo que parecía inevitable.Regina, en su inocencia, lo había cautivado de una forma que ninguna otra mujer había logrado. Con cada sonrisa, cada mirada tímida, cada caricia, se había abierto un lugar en su corazón que él pensa
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44. Él no volverá.
La puerta de la cabaña no demoró en abrirse y Regina salió con rostro serio y presurosa. Un escalofrío recorrió la columna de William. Si ella había escuchado a Jack, las cosas no pintaban nada bien y eso le ocasionó un sentimiento desolador.—Señora, buenas tardes —la saludó Jack.—Jack, ¿qué ha sucedido? William, ¿algo le pasó a mi hijo? —preguntó ella, acercándose hacia ambos hombres.El alma le volvió al cuerpo al príncipe, la cara de Regina era de preocupación por su hijo y no por haberlos escuchado hablar. Eso le daba más tiempo para saber cómo iba a manejar las cosas de su compromiso, confrontar a sus padres y decirle la verdad a Regina.—Nada le ha pasado a Dash, puedes estar tranquila —contestó William y no le importó lo que Jack pensara, pues la agarró por la cintura y la atrajo hacia su cuerpo, como un intento de calmarla.—Un trabajador tuvo un grave accidente, ya lo han llevado al pueblo para que sea atendido por el médico del valle. Yo solo vine a avisarle a William —dij
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