Luca se despertó con un latigazo de dolor en la cabeza. No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, ni dónde estaba. Lo único que veía era oscuridad. Intentó moverse, pero sintió una presión en el tobillo izquierdo. Bajó la mirada y vio su tobillo izquierdo encadenado, con una cadena larga que estaba sujeta a la pared de metal.—¡Maldición! —exclamó, furioso. ¿Dónde los había llevado Raphael? ¿Qué había hecho con Anastasia? El temor se apodero de él sin saber de ella, sin poder hacer nada para protegerla de ese bastardo se atrevía hacerle daño.—¿Luca? —oyó la voz de Anastasia, débil y asustada. Dio unos pasos hacia ella, siguiendo el sonido.—Colibrí, ¿estás aquí? —le dijo, tratando de tranquilizarla. Pero no pudo llegar hasta ella. La cadena se lo impedía.—Sí, estoy aquí. Me sangra la pierna, me he puesto un vendaje con un trozo del vestido —le contestó ella, con voz temblorosa. —¿Qué va a hacer Raphael con nosotros?—Nada, Colibrí, yo sé que podemos escapar de esta pesadilla
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