Lawrence reconoció a la mujer, era la supuesta ahijada de Alana, sus ojos se oscurecieron, intentó despertar a la mujer, pero parecía tan frágil en ese asiento, no pudo despertarla. Él la cargó en sus brazos, la llevó adentro hasta la habitación, la recostó sobre la cama, mirò su dulce rostro, parecía tener algunos veinte años, era una mujer hermosa, cuando se encontró pensándolo sacudió su cabeza, con reproche. «Nadie que sea aliado de Alana es bueno, eso la convierte en mi enemiga», pensó con desdén. Se acercò a la mujer, estaba dispuesto a despertarla y echarla de la casa, aunque fuese en la noche. Liv sintió que alguien la tocaba, abrió los ojos, el lugar era lúgubre, y su mirada borrosa, enderezó su postura. Ella sintió que su cuerpo hervía de calor, se sentía extraña, fuera de control. —Vamos, niña, debes irte —sentenció Lawrence de mal humor, e intentó levantarla para que se fuera de ahí. La chica haló hacia atrás, haciendo que el hombre retrocediera, diera un paso y caye
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