Demian llegó a ese hospital, uno de sus guardias le informó que ese hombre estaba ahí. Pronto supo en que habitación hallarlo, logró colarse, sobornó a varias enfermeras, hasta poder entrar. Entró despacio y mirò al hombre ahí, recostado, débil y con el ojo parchado, le dijeron que había perdido el ojo izquierdo. Demian no pudo evitar sentir que se lo merecía, se acercò muy despacio, casi sin respirar, ni siquiera quería hacer ruido, se puso delante de él. Lo apuntó con el arma. Azael Salvador abrió su ojo y lo mirò con temor. —¿Vas a matarme? Hazlo, hazlo rápido, ya, por favor. —Intentaste dañar a mi esposa. —Y también quería matar a tu hijo, sì, hice todo eso, ¿y qué? Vamos, mátame, porque si no lo haces, iré por ella, Liliana era mía, tú le endulzaste el oído, pero ella era mía, me la robaste. Demian sintió rabia, odio por ese hombre. La puerta se abrió y Norton lo detuvo. —Basta, sal, sal ahora mismo. Azael lo mirò de reojo, ese hombre le pareció familiar, pero no supo
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