El momento temido llegó inexorablemente, Luisa partió de este mundo. En la mansión de Alistair, la sombra del pesar se extendió por cada rincón, envolviendo el lugar en una atmósfera de tristeza y melancolía. Alistair, una sombra de su antiguo yo, deambulaba por los pasillos como un alma en pena, su vitalidad menguante con cada día que pasaba. Muchos susurraban en voz baja, dudando de que el noble dragón pudiera sobrevivir más allá de la semana.Para los dragones, dotados de poderes extraordinarios como la magia, la longevidad, la fuerza y la belleza, existía una maldición que pesaba sobre ellos: el vínculo tan profundo con sus parejas que los condenaba a perecer si estas morían. No era el dolor físico lo que los consumía, sino el tormento emocional de vivir en un mundo sin su otra mitad. Esta verdad, guardada celosamente entre los dragones, era su mayor secreto, pues si llegara a ser conocida, pondría en peligro a todas las parejas de su raza.Alistair, inmerso en su dolor y desesper
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