UN TRAIDOR EN LA MANADA. Zade, Luna y Desmond apenas habían llegado a la manada, cuando su Beta los abordó nervioso. El aire en el bosque se había tornado denso, cargado de una tensión que presagiaba malas noticias. ―Alfa, ¡es importante! ―exclamó el Beta, su voz temblorosa, pero urgente ―¿Qué pasa? ―preguntó Zade con firmeza, su instinto protector se activaba ante la ansiedad palpable de su subordinado. ―La manada… está enfermando ―la voz del Beta se quebró como una rama bajo el peso de la preocupación. ―¡¿Qué?! Zade sintió cómo el corazón se aceleraba, un temor frío recorría su espina dorsal. Sin perder un segundo, Zade le entregó a Desmond a Luna y se fue con el Beta, dejando atrás una estela de inquietud. Luna, nerviosa por la situación, corrió al castillo con su hijo. Apenas llegó, le ordenó al ama de llaves que cuidara de él. ―No dejes que salga por ningún motivo, ¿de acuerdo? ―dijo Luna, su voz tratando de ocultar el pánico que sentía. ―Sí, señora ―asintió nerviosa la lob
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