El tiempo funcionaba diferente en ese lugar místico en el que se encontraba. Mía no tenía idea, pero ella había sido una de las pocas afortunadas en conocer a la diosa luna en persona. La diosa era caprichosa, no solía aparecérsele a sus criaturas, esas que había ayudado a crear con la ayuda de la primera bruja elemental, Isadora, quien también se había convertido en la condena para los lobos. Sin embargo, había ciertos momentos en los que, muy a pesar de mantenerse al margen, debía intervenir; como ahora. —¿Qué quieres decir con eso? Entonces, ¿realmente soy la Mate de ambos? —cuestionó Mía sin poder creérselo, en su mente, seguía soñando. —En realidad, Ambos son partes opuestas de una sola alma, por eso eres la Mate de ambos, porque en realidad, solo son uno. Mía frunció el ceño, todo eso le parecía muy complicado de entender. La diosa se echó a reír y la invitó a caminar con ella por el palacio plateado. —Para que lo entiendas debes conocer el pasado y la leyenda de los hombre
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