Horas después, Leonel entró a su piso con cara de pocos amigos, aunque no era por lo que vivió esa mañana con Elizabeth, sino por tener que llevar el cabestrillo y la imposibilidad de mover bien el brazo, cuando el doctor exigía que no lo hiciera en absoluto, debía cuidar la operación. Cada vez que se bañaba, él solía moverlo un poco y le gustaba que el dolor era cada vez menor. Lanzó la chaqueta sobre la mesa de las llaves, se le estaba resbalando otra vez.Dando sus pasos correspondientes, saliendo de la corta zona entre el recibidor y el resto del apartamento, se detuvo en seco, teniendo la silla frente a él, con las persianas de tela gruesa parcialmente cerradas. La mediana oscuridad de la tarde y ese estatus del salón no evitaron que pudiese ver perfecto quién lo esperaba en uno de los sillones.Sofía Sullivan se levantó al verlo, sostendría su corazón con una sola mano si pudiese hacerlo. Él se veía estupendo con su ceño fruncido, muy bien vestido, de gris oscuro, corbata, geme
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