Alessandro Santoro ingreso en la que una vez fue su finca, su hogar, su lugar seguro, ahora tan distinto, tan vacío, carente de amor y felicidad, solo la oscuridad reinaba en él, mantuvo la vista en frente, hasta que llego al final del camino, encontrándose con la gran casona por la que una vez sus hijos corrieron, miro por el espejo retrovisor y no pudo evitar sentir miedo.— ¿Estas segura? — la pregunta salió en un pequeño susurro, sabía cuál era la respuesta, aun así, quiso preguntar.— Como que me llamo Alejandra Santoro. — respondió la rubia sin temor alguno.La joven madre le dedico una sonrisa tranquilizadora y descendió del automóvil, ayudada por sus custodios, la observo entrar en la casona, tan distinta a como lucia hacia un año atrás, sin embargo, aún poseía la misma luz.— Ella estará bien cariño. — trato de consolarlo Victoria, sabiendo muy bien en que pensaba el hombre.— Sé que es así, pero los recuerdos de aquel día, el dolor que sentí, cuando los médicos dijeron que e
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