Julieta se había convertido en una especie de marioneta, permaneciendo obedientemente en brazos de Leandro, sin ningún rastro de enojo, a la merced de los demás.—Julieta, lo que sea que me estés ocultando, ¡lo descubriré tarde o temprano!Al oír esto, Julieta sintió un pequeño pinchazo en el pecho, pero su expresión estaba en sintonía con sus labios y sonrió:—¿De verdad? Ojalá que el señor Cisneros lo descubra pronto.“Antes de que yo muera”, pensó Julieta.—¿Hasta cuándo seguirás siendo sarcástica?—Pero señor Cisneros, ¿cree que estoy siendo sarcástica?—¡Julieta!Los largos y delgados dedos de Leandro la agarraron fuertemente de la mandíbula, y con sus ojos rojos de ira dijo:—¡Habla normalmente!Julieta frunció ligeramente el ceño por el dolor, dijo: —No te gusta que te llame Leandro, me has tratado como un ser despreciable. Leandro, entre tú y yo ya no existe confianza. Cada vez que te llamo Leandro, me duele hasta lo más profundo, y yo estoy cansada, señor Cisneros.Leandro no
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