Ares Miller. No fue como la primera, ni la segunda, ni mucho menos aquella noche de rapidez y de deseo descontrolado. Esta vez era como si el tiempo se detuviera teniendo misericordia de mí, de todos mis sentidos contrariados, de mis restricciones, y la rabia contenida durante tanto tiempo, que de alguna forma había cambiado. Un hombre no describía a ciencia cierta sus sentimientos. Teníamos palabras cortas, como si o no, y básicamente, en la mayoría de veces, prefería uno mostrar de lo que estábamos hechos. Sin embargo, había una necesidad extraña en mí de decirle estas cosas mientras la hacía mía, y una necesidad muy importante de saber que a pesar de todas las mierd@s, Amelia me pertenecía. Pero el hecho de que declarara esas palabras, que no tenía nada que ver con sus acciones, inmediatamente me desconcertó. —Te amo, Ares… —sus ojos se cristalizaron como si tuviera un montón de cosas escondidas en ellos, mientras mi cuerpo, se dejaba ir dentro de ella como nunca. No podía ne
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