—Le pido que se quedé aquí, atenderán a su madre y le avisaremos cualquier eventualidad —espetó la enfermera y volvió a ingresar a la sala. Desde ese momento pasaron cuarenta minutos hasta que lograron estabilizar a la madre, pero recomendaron que no hubiera nadie en la habitación, y que no podría tener visitas. Kimberley se dispuso a llamar a Francis para avisarle de la novedad. —Hola mi cielo —respondió el joven desde el otro lado de la línea. —Hola Fran —musitó la joven entre lágrimas. —¿Qué pasó? —preguntó preocupado, cambiando completamente su actitud. —Mi mamá sufrió un paro cardiorespiratorio, pudieron restablecer sus signos vitales, pero me han sacado y no dejan que nadie entre. —Sorbió las lágrimas—. Quería avisarte que no vengas con los niños, yo hablaré con mi hermana, y ni bien sepa algo más iré a casa. —No quieres que vaya para hacerte compañía, puedo llamar a Amber para que se quede una hora con los niños —consultó. —No, no hace falta. Es el día de descanso de Amb
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