La semana de actividades comenzó para los dos por igual, solo que la tarea de cuidar a los pequeños se la dividieron, Francis estaba un poco más cansado de costumbre, pero Kimberley le explicó que era falta de práctica de estar con los mellizos. Él supo lo agotador que había sido para la joven estar con niños con tanta energía sola, durante cinco años. Pero no podía quejarse, los amaba. Eran dos encantos cómo él los definía. Fue una semana difícil para la joven entre actividades agobiantes en su nuevo puesto de trabajo, los niños y su madre, agradeció tener personas que la ayudaran cómo Amber, su prometido y su hermana, quién también tenía sus propios deberes. A mitad de semana su madre fue a la cita de rutina y al encontrarse todo perfecto, le quitaron los puntos. Se quedó un día más en la casa de su hija, y luego regresó a su hogar. Kimberley sintió la falta de su madre, pero sin duda se sentía aliviada
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