Escuchó el gritó de la pequeña que provenía del fondo de la casa y unos segundos después apareció su pequeño cuerpo corriendo por toda la sala, seguida de su hermano, ambos con los brazos abiertos para recibir a su progenitora, saludó a Amber que vio la escena de lejos e ingresó a la cocina. La chica se encontraba agachada con todo el peso de su cuerpo apoyado solo en la punta de los pies. La efusividad con la que sus pequeños la abrazaron hicieron que Kimberley terminará sentada de trasero sobre el suelo, y comenzara a reír, algo que contagió a los pequeños.
—¿Estás bien? —preguntó consternada la niña.
—Sí claro, las pompis de mami hicieron de colchón —espetó la joven riendo.
—¡Te extrañé mami! —dijo el niño abrazándola más fuerte.
—¡Aw, mi pequeño! Mami también te
Cuando los pequeños terminaron su cena, Kimberley le dio el dulce que había llevado para ellos y los llevó hasta la habitación de ella para que pudieran ver dibujitos tranquilos, mientras comían chocolate. Les dejó ver el juguete de regalo que traía y luego se llevó todo para que no hubieran accidentes innecesarios. Al regresar a la cocina, Francis estaba descorchando un vino tinto dulce para acompañar la carne. Ella sonrió al verlo y se acercó para darle el beso que tanto quería desde que lo había visto en la tarde. —Antes que llegue tu hermano quería contarte unas novedades —espetó abrazándolo. —¿Cuáles novedades? —preguntó el joven. —Esta tarde cuando te fuiste del trabajo, me tomé un tiempo más para ver más ideas, y vi los salones de fiesta. Concerte cita con tre
Dustin la condujo hasta la sala de emergencias para averiguar qué había sucedido con su madre, en el camino le indicó que no podría estar mucho tiempo porque tenía una nueva operación. Llegaron al lugar y el médico se comunicó con los doctores de guardia para saber, mientras el hombre hablaba, Kimberley vio a su hermana hecha un mar de lágrimas acercándose.La mujer no pudo hacer más que abrazar sin consuelo a su hermana, la joven vio confundida cómo Dustin hablaba con un compañero y cambiaba su expresión por completo, en el mismo momento en que Jennifer le decía al oído que su madre había fallecido. Los músculos de la joven se aflojaron todos y sintió que su cuerpo se desplomaba en el suelo, si no fuera porque su hermana alcanzó a sujetarla, mientras pedía ayuda.Vio que Dustin corría hacia ella en cámara lenta, antes de cerrar los ojos y perder la consciencia completamente. El médico pidió con urgencia una camilla para llevarla a un lugar más privado y poder tomar sus signos vitales
Siena corrió para regresar tomada de la mano con su hermano. Kimberley los esperó a mitad de la escalera y los ayudó a bajar, ambos lucían sus pijamas y estaban descalzos.—Quiero mi jugo —reiteró la pequeña.—Ahora te lo doy —indicó la madre y los tomó a cada uno de la mano—. Antes quiero presentarles a dos personas.—¿Quiénes mami? —inquirió el niño bajando las escaleras para acercarse a la pareja.—Ellos son Leila y Dustin —mencionó la madre.—No, mami ese es papi Francis —retrucó la niña.—Yo estoy aqu&
Dustin vio a su hermano agitar el brazo cuando arrancó el auto para dejar el lugar, Leila se estaba ajustando su cinturón de seguridad y verla de reojo, hizo que la deseará más de lo que había provocado ella cuando estaban hacía minutos atrás. Estiró uno de sus brazos para apretar sensualmente su muslo, y provocando que ella se removiera en el asiento de copiloto.—¿Por qué mentiste? —preguntó la joven sin verlo.—Porque me dieron ganas de estar contigo a solas, y no quedaba bien que lo dijera. Sabes lo reservado que es mi hermano. —Giró a verla cuando dobló en una esquina.—¿Me has sacado de la casa solo para tener sexo conmigo? —inquirió ofendida. Kimberley vio cómo los jóvenes subían las escaleras hacia el segundo piso, y cuando se perdieron en el corredor superior, decidió ponerse a juntar lo último que habían usado. Caminó hacia la cocina y se sentó en una de las banquetas de la isla y continuó comiendo el pastel hasta que lo terminó por completo. Su mente estaba invadida de pensamientos, se preguntó si la relación con Francis con el correr del tiempo sería así, después de todo eran mellizos, y su prometido ya había tenido una relación larga que terminó hacía años atrás.Estaba ensimismada en sus pensamientos, cuando sintió unas cálidas manos recorriendo sus hombros hacía delante y sintió el cuerpo entero de su prometido apoyándose en su espalda. Ella suspiró yCapítulo 26
A la mañana siguiente, Kimberley se sentía completamente renovada, las pocas horas que había dormido le sentaron muy bien, incluso sintió que había dormido por días. Tras desayunar se dirigió hacia el jardín para dejar a sus pequeños y luego al trabajo. Durante el día se dispuso a sus tareas financieras, pero cada hora se pasó muy lentamente, estaba ansiosa por ver el primer salón y ver si se ajustaba a lo que ambos buscaban.Se mensajeó al mediodía con Francis, mientras almorzaba, comió todo la bandeja que había comprado de ensalada, y sintió que quería aún más, pero no provocaría su sistema digestivo comiendo de más, la última hora de trabajo fue la que pasó más lentamente, la chica no podía concentrarse en su trabajo.
Francis esperó a que ella se subiera al auto y arrancara el motor, luego subió a su carro y emprendió viaje a la casa.Durante los veinte minutos de viaje que tenían hacia el hogar que compartía con sus tres amores, pensó cómo se acomodaría la familia con un nuevo miembro, y se puso a pensar que sería una buena idea probar con un perrito, además sería bueno para los niños tener con quien jugar. Pasó por una casa de mascotas que conocía para averiguar dónde daban en adopción, pero ya se encontraba encerrada.Eso fue una señal para Francis de que tendría que hablar con Kimberley antes. Llegó a la casa y estacionó el auto frente al garaje, bajó del auto y entró con sus llaves. Le extrañó que ella no
—¿Qué significan dos rayas rosas? —inquirió confundido. —¿De verdad no lo sabes? —preguntó la chica, él negó. —Estoy embarazada —le respondió finalmente. —¿En serio? —pregunto emocionado. —Sí, estoy embarazada. —La chica esbozó una tímida sonrisa. —¡Vamos a ser padres! —exclamó alzandola en brazos y girando varias veces. —Me marée —informó la chica con una sonrisa y él volvió a ponerla en el suelo—. ¡Dios, qué mareo! —exclamó agarrándose de la encimera junto al lavabo. —¡Lo siento cariño! —La sujetó para que no cayera—. Mejor siéntate. —La ayudó a hacerlo, ella cerró los ojos para controlar el mareo—. Estoy muy feliz. —Se arrodi