—Marcus, reflexiona, ¿Qué haces? —Madre, Pablo dice que yo consumo drogas, pero no es verdad, te lo juro, no lo hago, tú me conoces. Evana acarició el rostro de su hija, la abrazó a su pecho. —Evangelyn es incapaz de algo así, Marcus, no tenemos que someterla a nada que no quiera, es evidente que Pablo perdió el norte, y está metido en muchos líos. —¡Mi padre no me cree, ya no sé ni en quien cree! —exclamó Evangelyn y subió a su alcoba. Marcus tocó su cabeza desesperado, Evana se acercò a él, lo veía tan cansado. —Marcus, ¿Qué te pasa? No te reconozco, amor, conoces a tu hija bien, es incapaz. Marcus hundió la mirada. —¡Lo sé! Una parte de mí lo sabe, pero otra, tengo miedo, Evana, el miedo que nunca he sentido en mi vida, porque no quiero que nada malo ocurra a nuestros hijos, estoy luchando por protegerlos, y no puedo, simplemente, me siento impotente. Evangelyn que se habái quedado al pie de la escalera escuchó a su padre hablar de esa manera, su padre siempre fue un roble
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