El cerebro de Alex trabajaba a una velocidad vertiginosa sin lograr el orden.Veía a Manuel allí, a solo un paso de ella, podía verse reflejada en la tristeza de su mirada, oscura pero ya no esquiva. Lo miraba fijamente y buscaba cómo decirle a ese hombre lo que le hacía perder el aliento.—¿No tienes nada que decirme? ¿Tanto así te lastimé que llegaste a odiarme? Por supuesto, no podría culparte por eso, pero me duele haber hecho justo lo que quise evitar. Si consideras que no puedes perdonarme, lo entiendo, pero dímelo, para hacerme a un lado y dejarte ser feliz. Dime todo lo que desees porque lo merezco y estoy preparado para escucharlo, pero habla conmigo, por favor. Tu silencio es demasiado para mí.Al decir esas palabras, introdujo sus manos en los bolsillos de su pantalón con impotencia y se dio la vuelta para ocultar su rostro lleno de tristeza.—Manuel…sé que debo decir algo, pero aún estoy tratando de comprender este momento. Esperé tanto escuchar lo que dijiste, me obligué
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