LLEGAR AL LÍMITE. Irene abrió la puerta con cuidado y se encontró con un Arthur desorientado, rodeado de botellas vacías. La visión apretó el corazón de la loba. ―Arthur, ¿qué has hecho? El Beta, con la mirada perdida, apenas lograba articular palabras coherentes. ―Irene… te necesito… Irene se acercó con precaución, sintiendo una mezcla de compasión y frustración. ―Arthur, tienes que descansar ―dijo con voz suave ―Ya es suficiente. El Beta, con la mirada vidriosa, repitió sus declaraciones desordenadas de amor. ―Irene, te amo… no quiero perderte. Ella le dio una mirada complicada, su compasión, luchando contra la frustración. ―Debes descansar, Arthur. Pero él insistió, aferrándose a la idea de no querer que se vaya. ―No quiero que te vayas. Quiero que te quedes esta noche… Compadeciéndose de él, Irene suspiro resignada y decidió quedarse. Pero solo hasta que se quedara dormido. ―Está bien, me quedaré contigo. Arthur sonrió, agradecido, y pronto cayó rendido en un sueño
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