Dos semanas despuésLas cosas seguían sin salir como ellos tanto habían deseado. Aitana había superado la crisis, pero, seguía sin despertar, Ariana, no había rechazado el trasplante, pero, su estado aún era delicado.Sin embargo, no importaba cuanto sufría, ella siempre se quedaba con su madre, le acariciaba el rostro como su madre le hacía cuando ella estaba enferma y suplicaba que pronto despertara.—Mamá, no he llorado. Mi hermano tampoco lo ha hecho, despierta, por favor. Nos hemos portado bien— pide Ariana y es en ese momento que su hermano entra. —Hermana, tenemos noticias— dice Albert entrando con su padre. —Dime que sabes cuando mamá va a despertar— pide Ariana.—No, eso no lo sabemos. Ya te he hablado de eso, Ariana— dice Albert. Un poco frustrado.—¿Qué tienes que decirme? —
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Capítulo 124: No reconocer
Las palabras se atoraban en la garganta de Helmut. Quería decir tanto, deseaba hacerlo, pero, ver el milagro con sus propios ojos, era algo que le causaba mutismo. La emoción era demasiado grande. —¿Qué le pasa, señor? — Pregunta Aitana confundida. Helmut suspiró profundo y agradeció mentalmente por el milagro por el que tanto habían orado. El, no había sido un hombre devoto y mucho menos creyente a las cosas relacionadas a Dios. Pero, después de todo lo que había vivido con Aitana, había asistido tanto a la iglesia y oraba tantas veces cada día, que parecía una alma comprometida con Dios. Uno que le había respondido meses después de súplica, pero, lo había hecho. —Dios, gracias. Te agradezco Padre Celestial, por este milagro que nos has dado. — Dice Helmut mientras calma su llanto.—Se&ntild
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Capítulo 126: Ser su madre
Una semana después Narra AitanaSeguía sin poder comprender lo que me sucedía, pero, a diferencia de antes, no me asustaba ver a personas convertirse en animales. Era evidente que estaba en medio de una verdad de la que yo hacía parte.Porque sí, no había manera de que ellos me mintieran diciéndome que también soy una loba y humana, sin que lo fuera. Así que, sin saber cómo convertirme en una, sonreía al ver como dos niños jugaban a transformarse en humanos o lobos a su antojo, mientras se perseguían entre sí.—Deberían tener cuidado de herirse. Recuerden que no están en un espacio grande— les digo y los dos se quedan quietos y asienten.—Sí, mamá— dice uno de ellos sin mover su boca.Eso era lo que me hacía pensar que de verdad era una loba, porque, si era una humana, ¿Cómo era
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