Había vuelto a cantar, siempre fue una de mis pasiones, no lo había hecho después de que la perdí, solo en la serenata a Maju. Ellas la volvieron a traer, me miraba con enojo y no era para menos. Tenía todo el derecho de estar dolida. ¿Quién no lo estaría?, sin embargo, me seguía amando y que se vaya regresando a Dubai, ese tal dios del amor a la misma Conchinchina, Virginia volverá a ser mía. Y me importa un carajo quedar como un arrogante presumido. —¡Te ves muy contento!Las chicas se sentaron a cada lado de su marido, menos Maju, a César lo tenía a un lado tocando la guacharaca, le sonreí, puede decir lo que sea, seguía amándome, le guiñé un ojo y ella por poco me asesina.» Muchachos, uno de Los Betos, «La dama del ajedrez» —alcé la ceja, se venía con toda, mi Belleza—. Deja esa risita. —Las notas del acordeón sonaron—. Me alejo de ti, el silencio es mi palabra, ya puedes imaginarte que siente el corazón…Me cantaba con rabia, seguía cantando, desafiándome, miré a mis amigos y
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