Demetrius tomó sus manos entre las suyas, su mirada era tan triste, que lograba doblegarla. —Marina, por favor, no lo hagas, no me abandones ahora que cas logramos ser felices, sé que cometí mi peor error, he estado equivocado por tanto tiempo, pero, estoy aquí, te amo, sueño con ser tu esposo, con verte a mi lado en el altar, nuestras hijas sonriendo, hagámoslo real, por favor. Marina bajó la mirada, no tenía fuerzas para negarse a él, ella también lo amaba con locura, también soñaba con ser su esposa, casi desde el primer momento en que lo vio, desde entonces, y hasta ahora, lo había amado con locura, guardando su corazón, su alma y su cuerpo, solo para él. Ella acunó su rostro, lo miró con fervor. —Te amo, tengo tanto miedo de perderte, me duele no ser yo quien te dé otro hijo, pero no me importa, porque no puedo dejar de amarte, porque te necesito a mi lado —ella lo besó con ardor, lo besó con ansias locas, con deseo y ganas. Necesitaba del sabor de sus labios, necesitaba ser
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