Las niñas lloraban, tomadas de la mano, mientras veían a su madre desvanecida sobre el suelo, inerte. Un hombre bajó del auto. Marina intentó moverse, se sentía adolorida, movió un poco la cabeza, abrió los ojos, pero su mirada era borrosa, miró esa figura masculina, alta e imponente frente a ella. —¿Tú… tú? —balbuceó, luego sus ojos se cerraron. —¡Mami! —Tranquilas, su mami está bien, solo se golpeó un poco, pero estará bien, lo prometo. Las niñas lo miraron, con sus ojitos llenos de lágrimas. Demetrius Vicent miró sus caras infantiles, con mejillas rosadas y regordetas, cabellos castaños casi rubios, y unos grandes ojos marrones, que de pronto les recordaron a los suyos. «No se parecen para nada a Finn, me recuerdan más a mí mismo… ¡Va, qué tonterías digo!», pensó —¿Por qué han cruzado la calle de ese modo? ¿Acaso no saben que es peligroso? Las niñas asintieron. —¡Es que no queremos al señor Davis! —¿El señor Davis estaba aquí? —¡Es un tonto! —gritó Mady Ady rio, y Demet
Leer más