Leonor se acercó a Marina. —¿Qué sucede, cariño? —Estoy molesta, vi a la niñera salir de la habitación, pero antes escuché como tu futuro marido le gritaba para que saliera. Marina le miró confusa. —No entiendo. —No sé, solo, ten cuidado, Marina, en el mundo hay mujeres muy trepadoras. Marina esbozó una risita —¡Ay, por favor! ¿Cómo crees? —Nunca subestimes a nadie, además, los hombres son hombres, uno no termina de entenderlos. —Leonor, cariño, ¿De qué hablas? Cuando hay amor de verdad, la lealtad está por encima de todo. —No lo sé… —Leonor bajó la mirada, angustiada, Marina levantó su barbilla —¿Qué pasa? —Tengo miedo, Marina, de que, con Albert todo termine, de que él solo ame a mi bebé, pero no a mí, tengo miedo de que al final, me deje de amar, como dejó de amar a su primera esposa. Marina abrazó a Leonor. —No tengas miedo, si él ha jurado amor, no debes temer, además, cariño, ¿Por qué no se lo dices? Háblalo con él, dile, estos son mis miedos, solo él podrá despejar
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