Cristal había logrado llegar a la ciudad. Dejando la moto abandonada en un callejón, comenzó a caminar sintiendo malestar en todo su cuerpo y, extrañamente, una molestia en su cuello.Por muy extraño que pareciera, Cristal tenía deseos de volver a ese extraño poblado. No comprendía por qué se sentía de esa manera; porque deseaba ver y estar con sus hijos. Se había arriesgado hasta casi ser atropellada para volver junto a ellos, y no iba a permitir que nadie los alejara de sus tesoros. Había hecho tantos sacrificios para darles una buena vida, para que ahora un loco deseara tenerla como su trofeo o esclava.Mientras caminaba sin saber a dónde ir, Cristal observaba cómo las personas a su alrededor la miraban extrañamente, lo cual era de esperar: estaba cubierta de polvo, su camisa rasgada, despeinada, con un fuerte golpe en el hombro y una herida en el tobillo.Cristal con mucho temor buscaba un transporte para dirigirse al aeropuerto, y en su búsqueda se encontró con un oficial de polic
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