Daniel notó de inmediato los nervios de Ava e intentó calmarla, pero ella no pudo, no después de todas las arbitrariedades que había pasado por su culpa y lo que provocaba con sus acciones. El ya no pudo decirle nada a Ava sobre eso que sabía muy bien, pero tampoco pudo elaborar una frase más porque a tiempo entró en el salón Natalia, con sus característicos pasos apresurados y estilosos, aunque parecía que caminaba más rápido de lo normal. —¡Hola, Daniel, Ava! Es muy grato verlos a los dos ¿Cómo están? —saludó con un fuerte abrazo a su hermano Daniel y luego a Ava, quien sin poder evitarlo se sintió reconfortada —Hola, Natalia, qué gusto, todo está… bien —dijo Ava, con un dejo de timidez, porque era obvio que las cosas estaban muy mal. Daniel sonrió e intervino, diciendo: —La sorpresa es nuestra, hermana ¿Cómo se les ocurre tomar la avioneta privada para venir hasta aquí? Es como si alguien se hubiera muerto o algo por el estilo —bufó Daniel, con ironía. Natalia se llevó una man
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