Hola, vengo con un nuevo episodio y definitivamente alguien de afuera tiene llaves de la oficina de presidencia, la pregunta es quién podrá ser. A parte de eso, doña Daniela insiste en arreglar las cosas y eso siembra más dudas. Estaré ansiosa por leer tus opiniones, espero que disfrutes la lectura. Saludos n.n
Daniel notó de inmediato los nervios de Ava e intentó calmarla, pero ella no pudo, no después de todas las arbitrariedades que había pasado por su culpa y lo que provocaba con sus acciones. El ya no pudo decirle nada a Ava sobre eso que sabía muy bien, pero tampoco pudo elaborar una frase más porque a tiempo entró en el salón Natalia, con sus característicos pasos apresurados y estilosos, aunque parecía que caminaba más rápido de lo normal. —¡Hola, Daniel, Ava! Es muy grato verlos a los dos ¿Cómo están? —saludó con un fuerte abrazo a su hermano Daniel y luego a Ava, quien sin poder evitarlo se sintió reconfortada —Hola, Natalia, qué gusto, todo está… bien —dijo Ava, con un dejo de timidez, porque era obvio que las cosas estaban muy mal. Daniel sonrió e intervino, diciendo: —La sorpresa es nuestra, hermana ¿Cómo se les ocurre tomar la avioneta privada para venir hasta aquí? Es como si alguien se hubiera muerto o algo por el estilo —bufó Daniel, con ironía. Natalia se llevó una man
De manera inevitable y sin quererlo, Ava comenzó a toser con fuerza llevándose la mano a la boca para intentar disimular aquel desastre en la mesa. En definitiva, ese respiro de sorpresa le había hecho tragar mal y por más que luchara por no toser aquello era imposible. —Dis-pensenme —fue lo que logró decir Ava con mucha dificultad mientras seguía tosiendo. —No hables —dijo Daniel para inclinarse y así ayudarla. Natalia miraba sorprendida, doña Daniela y don Manuel estaban en las mismas, mientras Daniel golpeaba con cierta fuerza la espalda alta de la chica. En cuando Ava pudo respirar, respiró hondo y se dio cuenta de que las miradas estaban posadas en ella, lo cual le dio una sensación de vergüenza total. Si su rostro ya estaba enrojecido por la fuerza de toser, se había mezclado con el rojo del rubor que le subió hasta las orejas. Odiaba ser el centro de atención y menos en la mansión Busch. —Disculpen, es que… no se que pasó —logró decir Ava, sin mirar a nadie a los ojos, mient
Ava se sentía atrapada en una pesadilla que se retorcía entre realidades borrosas y oscuros temores. La decisión de casarse por conveniencia en poco tiempo la sumía en una confusión que la abrumaba más y más, pero a la vez ese acontecimiento parecía posponerse por una u otra razón.«Es que… ¿Acaso no conviene que se haga esta unión o qué me querrá decir el universo?», ese pensamiento era algo que la consumía por dentro.Las imágenes tergiversadas, una tras otra, se entrelazaban en su mente, dejándole poco tiempo para analizar lo que ocurría. Vio a su familia, sus rostros tan queridos, en especial el de su madre. Para la joven, sus miradas reflejaban la decepción que ella sabía que sentían por aquella elección abrupta.Su padre, Jeremy, era la razón más grande por quien se había lanzado a los brazos de un señor adinerado desconocido y aquello le hacía sentir un nudo en la garganta; añoraba que saliera bien de su enfermedad, sabía que con dinero podía luchar por su recuperación.De pront
Ava estaba paralizada por la confusión y el miedo. En realidad los pasos se habían acercado, pero no tan cerca como para llegar hasta su escondite, eso en parte la había aliviado un poco, pero no lo suficiente. La joven cerró sus ojos, respiró profundo e intentó agudizar sus oídos para tratar de evaluar lo que no podía ver. Los sollozos que provenían de la habitación de Daniel eran angustiantes, y se mezclaban con pequeños susurros que por más que Ava intentara descifrar era prácticamente imposible de hacerlo, lo único que podía percibir era la angustia con la que se emitían.«Pero… ¿De quién podrá tratarse? —Ava se rascó la cabeza—. Lo único que identidico es que definitivamente es mujer, tiene que serlo, no tengo duda de eso».Ava continuaba paralizada por la confusión y el miedo, entre sus pensamientos caóticos intentaba discernir quien podía estar en la habitación en esos momentos; la incertitumnre la atormentaba cada vez más. Sus dudas se volvían más confusas a cada segundo que
Ava y Emily con premura se pusieron a recoger los objetos del bolso. La joven se levantó de repente y por la ventana observó a la figura de negro subiendose a un auto azul bastante lujoso, pero que el portero retuvo para pedirle su identificación o algo parecido; aun había tiempo. Las palmas de las manos de Ava le cosquilleaban de la desesperación y solo deseaba saber la identidad de aquella persona de negro. —Ava… en serio, esto es una locura y necesito que me expliques todo, por favor. Además, estás descalsa y llevas la bata del hospital ¿Te volviste loca de remate? —suplicaba entre preguntas, Emily, con el ceño fruncido de la preocupación. —Emi, te lo ruego, necesito que me ayudes. No tengo mucho tiempo par explicaciones largas, solo se que estoy siguiendo a alguien importante —Ava juntó sus manos—. Por favor, solo confía en mí. Emily comenzó a zapatear y a comerse las uñas con ansiedad, tratando de analizar lo más rápido que pudo. Agachó la cabeza y luego la levantó para mirar a
Ava estaba con la boca abierta, acuclillada frente a su amiga y su corazón palpitaba tan rápido que creía que se saldría de su pecho del estado de shock en el que se encontraba. Emily la zarandeaba un poco para que volviera en sí, pero la joven seguía con la mirada perdida. —Pero, Ava… ¿Quién es? ¡Dímelo, que no soy adivina! —insistió Emily, con la frente perlada de sudor, sin atreverse a enderezarse. —Ka… —dijo en un hilo de voz, que Emily a penas alcanzó a distinguir. —Ava, te exijo que hables más claro, mujer, me estás colmando la paciencia —rezongó Emily con el ceño fruncido—. Supongo que viste lo que querías, ya tienes la respuesta, ahora díme para que podamos avanzar. Aun el taxi estaba demasiado cerca del auto azul como para que Emily quisiera volverse a sentar. Sus manos se aferraban a las gélidas de Ava y podía jurar que ella temblaba de manera sutil. —Señor, disculpe, ¿el auto azul ya lo dejamos atrás? —se atrevió a preguntar Emily, porque ya no podía más, sus piernas co
Ava frunció el ceño, por lo general su madre siempre estaba allí. A lo mejor estaría buscándola y sin tener razón de ella. Lo más terrible era que no tenía su celular y que temía que cayera en manos de doña Daniela o de alguien más.«Maldita sea, debí irme al hospital de nuevo, pero ya no hay vuelta atrás», se dijo Ava, mientras buscaba la manera de entrar a su casa.Pronto encontró una ventana mal cerrada y aquella fue su oportunidad para poder ingresar, aunque el dolor de cabeza y uno que otro mareo hizo la tarea más difícil, lo que hizo que cayera al otro lado de un sentón y un quejido de dolor salió de su garganta.«Pero, ¿dónde se encontrarán todos? Al menos mi mamá, ella debería estar aquí», dijo entre sus pensamientos, mientras caminaba sintiendo lo helado del piso limpio.Sin pensarlo dos veces revisó las habitaciones, pero como ya era evidente no había nadie allí. Entró a su habitación y ¡oh!, como la había extrañado, en realidad prefería estar mil veces en su hogar que pasar
Ava nunca se había sentido tan segura en su vida como en ese momento, en el que el hombre que amaba corría un grave peligro de vida o muerte, en el que todos parecían interponerse en aquella relación que aun no se decidía a ser algo real por eventos catastróficos que se le salían de las manos. La mente de la joven viajaba hasta donde Daniel estaba, solo ansiaba verlo. El día anterior había sido un caos de revelaciones no esperadas, el descubrimiento y aceptación de sus sentimientos no había sido nada fácil. Ava jugaba con sus manos mientras iba en el metro y se hacía muchas preguntas que no tenían respuesta. «Ava, sea lo que sea estamos para apoyarte», esas fueron las últimas palabras de su madre Rosaura le dedicó antes de dejar una vez más su hogar. La primera parada que Ava hizo fue en el hospital público, donde estaba su padre. Al parecer su estado había empeorado en cuestión de un par de meses. La vista de lo que vio la dejó destrozada. Su padre Jeremy estaba tan delgado que su