—¿Cómo estás, mamá? —le preguntó Arantza a Indira cuando llegó a casa junto con Lenya.—Estoy bien, Doña Paula me ayudó mucho el día de hoy —era el nombre de su vecina—. Oh, señorita —articuló tras ver a la heredera.—Buenas noches, señora —saludó con cortesía.—Qué honor tenerla aquí. No sé si mi hija se lo ha dicho, pero estamos muy agradecidas por la ayuda que hemos recibido de usted —expresó.—Sí, me lo ha comentado. Y, por favor, dígame Lenya.—Ay, cómo cree. Es difícil llamar por su nombre a alguien con tanto poder —comentó, sintiéndose un poco cohibida.—Arantza es mi amiga, la aprecio mucho, así que no hay necesidad de tanta formalidad —enunció.—Me hace feliz que mi hija tenga una amiga tan amorosa —manifestó Indira.—Mamá, Lenya se quedará a dormir esta noche —expuso Arantza.—¡Oh! ¿En serio? —agregó Indira, sorprendida—. Por desgracia, no tenemos una habitación para huéspedes, así que tendrán que compartir habitación. Tampoco puedo ofrecerles una cena preparada por mí, debi
Leer más