Irina. Solté el aliento, quizás el más cansino, pero el más feliz de mi vida cuando di un beso en la cabeza húmeda de mi bebé. La enfermera lo rodeó en una manta, pero su cuerpecito caliente y desnudo, estaba sobre mi pecho, mientras él, intentaba abrir los ojos. Me tuve que limpiar una lágrima, que, sin ser calculada, salió de mi ojo. Era lo más hermoso que había podido sentir y ver, mientras mi cuerpo, aún temblaba por el parto. —Lo hiciste de maravilla… —la boca de Damien besó mi frente, y le sonreí—. ¿Entonces? ¿Será Máximo? —Será Máximo… el grande… —ambos sonreímos, y luego Damien besó mi boca de forma sutil. Y sin preguntármelo siquiera, tomó al bebé en sus brazos y pegó su naricita junto a la de él. —Mi primogénito… —me estremecí cuando su mirada se clavó en él, y me embargó la emoción del momento. Prontamente, los toques en la puerta no se hicieron esperar, y apareció parte de la familia Kozlov. Me reí al ver el montón de globos azules que tenía Alex en su mano, los p
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