Haniel detuvo las caricias en su hombro derecho, lo sintió tensarse y sabía que eso era todo. Lo echaría del departamento, a la calle.—¿Adoptaste a un perrito? —Y Dios, quiso reírse. Que tan irónico resultaba ser su vida porque... —. Bueno, no tenía idea de que te gustaban los...—No, Haniel, estoy... embarazado —confesó y el silencio reinó por unos largos segundos.Silencio, solo el tic tac del reloj y luego, las carcajadas de Haniel inundaron la estancia. El frío lo envolvió cuando su novio se irguió del sofá solo para continuar riendo a todo pulmón y se sintió pequeño y quiso desaparecer. Haniel no le creía y era justo, ¿cierto?, por supuesto que sí. Después de todo, ¿por qué alguien en su sano juicio creería en su palabra? Él era un fenómeno de la naturaleza, alguien a quien muchas veces lo tacharon de demonio, incluso Haniel lo hizo, ¿cierto?, entonces estaba bien. Él podría arreglárselas solo, no importa.—Oh, Dios, buen chiste —Sonrió a pesar de sentir las lágrimas cayendo por
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