Aparto la mirada de esos ojos que me ponen tan nerviosa y me provocan escalofríos por todo el cuerpo. Es un hombre sumamente atractivo, alto y fornido, pero rodeado de un aire de maldad y misterio que envía una clara señal de advertencia para que te mantengas alejada y distante de alguien como él. ―Lo siento ―limpio, mis lágrimas con disimulo―, estaba distraída. Me alejo, porque hay algo en ese hombre que me produce terror. ―¿Qué haces en esta área del club? Aprieto con fuerza el asa de mi maleta. Su voz es calmada, grave y varonil, pero intimidante. ―Yo ―inhalo profundo. Hoy ha sido, definitivamente, uno de los peores días de mi vida―. Vine a recuperar mi trabajo. Inclina su cara y entrecierra sus ojos. ―¿Recuperar un trabajo? Asiento en respuesta. ―Sí, hace algún tiempo que trabajo en este lugar ―corrijo de inmediato―, bueno, estaba trabajando, pero tuve un pequeño problema que me obligó a alejarme. ― ¿A qué le llamas un pequeño problema? Pregunta, curioso. Pero, ¿cuál es
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