Portia meditó la posibilidad de encargar otro lote de arroz, habían tenido una excursión a las ruinas de los restos de la civilización indígena que había habitado en los bosques que rodeaban las cumbres y se hospedaron ahí, y ahora estaba tras la recepción comprobando las reservas para averiguar si valía la pena comprar más arroz, pero después de consultarlo con doña Clara, la encargada de la cocina, llegaron a la conclusión de que no.Oliver había llegado temprano esa mañana con Lia y se acercó para saludarla. Portia pudo ver como el semblante de Oliver mejoró durante esas semanas, se había convertido en un hombre completo y radiante e irradiaba esa felicidad a todos lo que lo rodeaban, nunca lo había visto tan feliz, pero los últimos días, con la presión del asesino escondido en las sombras, habían opacado un poco su brillo.— ¿Cómo van las reservas para el día de la inauguración? — le preguntó y ella miró en la pantalla del computador.— Pues, no cabe nadie más — dijo, eso la tenía
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