Elizabeth despertó entre los brazos de su marido, Roger la mantenía tan sujeta que le era imposible moverse.La luz que se filtraba por la ventana le provocaba unos pinchazos horribles en la cabeza.Mataría a Diana por hacerla beber de esa manera, o quizá mejor la mandaría a canonizar para rezarle después del milagro que le acababa de hacer.Intentó moverse con suavidad para no despertarlo, pero cuando lo intentó, en lugar de liberarse, su esposo la tiró boca arriba y cayó sobre ella sacándole todo el aire.—¡No seas bruto! —jadeó aguantando el peso completo de Roger sobre cuerpo.Lo escuchó reírse junto a su cuello para después decirle algo que le enrojeció el rostro.—Anoche no te quejabas, gordita, me decías que te diera más fuerte.—Yo no… —Todos los recuerdos de la noche anterior llegaron a su memoria y si ya tenía el rostro enrojecido en esa ocasión sintió que le ardía—. No hacía falta regodearse.En esa ocasión, la carcajada de su esposo fue más audible, cuando la miró, los ojo
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