Elizabeth no tuvo más opción que llamar a su padre para pedirle prestado el dinero.Ella no tenía esos fondos, podía pedir un préstamo al banco, pero la cantidad era tan grande que pedían a su padre que fuera su aval.Sin importar el cómo, debía avisarlo y hacerlo partícipe de esa decisión.—¿Te has vuelto loca? —le dijo en cuanto la tuvo a solas en el despacho del abogado y la agarró con fuerza del brazo—. ¿Qué se supone que estás haciendo, hija? ¿Qué es eso de casarte con ese hombre?Elizabeth le explicó con rapidez cómo había surgido la idea para después mirarlo con ojos de cordero a medio morir.—¿Me ayudarás? Por favor, no quiero tener que ver a ese hombre día a día, burlándose de Roger y mirándome de esa forma tan asquerosa.Su padre le palmeó la cabeza como si fuera una mascota y después la despeinó.—¿Tanto confías en tu esposo? ¿Y si dentro de un par de meses decide que quiere darte el divorcio? Te verías teniendo que cumplir con algo que no quieres y mientras él estaría muy f
En el momento en el que Roger reaccionó fue cuando vio a Elizabeth fruncir el ceño y frotarse el trasero porque había una piedra debajo de ella.—Eso me dejará más marcas que tú cuando… —Se enmudeció cuando él se agachó para ayudarla y tuvieron sus rostros demasiado cerca.Roger no iba a caer en ese juego, la había escuchado a la perfección.Sus palabras, sus planes de venganza y ahora lo miraba con el rostro enrojecido, fingiendo que recordaba las ocasiones en los que ambos tenían relaciones.—No te quejas nunca de las marcas que te dejo, «gordita» —su apelativo cariñoso salió entre dientes.Había decidido que no iba a ponerse a gritar como un loco ni a reclamarle, quería saber hasta dónde era capaz de llegar con sus mentiras.Ella esbozó una sonrisa que hizo que el rostro se le iluminara y él maldijo por querer besarla.Elizabeth lo agarró de los hombros y se sentó en la arena, sin previo aviso, tiró de él haciendo que su rodilla quedara en el suelo para no caer sobre ella y lo besó
Elizabeth se quedó mirando a su esposo intentando comprender el sentido de lo que le estaba diciendo.Los dos se mantuvieron en silencio mientras él esperaba, con una expresión de tristeza, la respuesta que ella iba a darle.—¿Escuchaste la conversación? Me estás diciendo que no fuiste a traer el botiquín que te pedí y te quedaste tras la puerta escuchando —preguntó para estar segura.Su esposo asintió con la cabeza, cada vez parecía más avergonzado y culpable.—No quería dejarte sola con Anderson y le pedí a Rosaur… Rosmari que fuera ella mientras yo me quedaba ahí para cuidarte. Te juro que mi intención fue cuidarte no espiar, pero me salió caro hacerlo.Elizabeth frunció el ceño y continuó preguntando.—¿Por eso desapareciste sin dejar un recado, sin decir a dónde ibas y dejándome preocupada? —Roger asintió con la cabeza, parecía no querer pronunciar palabras para no estropearlo más, pero terminó por decir:—Pero sí dejé un recado con mi asistente, solo parece que esa mujer no es c
Roger regresó cargado de felicidad y junto a su esposa.Si las conversaciones importantes se iban a dar de esa forma, estaba más que dispuesto a pasarse la vida discutiendo con Elizabeth y conversando después.Se sentía afortunado, parecía que aquello solo fue el primer paso para que su matrimonio se arreglara.Cuando llegaron a su casa se encontraron con la triste noticia de que los Turner tenían que regresar a New York, Alexander necesitaba revisar algunos proyectos y no podía hacerlo en la distancia.A Roger, que su amigo se marchara y no saber cuándo volvería a verlo, le causaba una tristeza que intentaba disimular.Él sabía que, para su mala suerte, sus caminos se distanciaron, aunque extrañaba demasiado su vida en New York.Su esposa no pudo disimular la tristeza de la misma forma que él, al parecer se había encariñado demasiado con Diana y no quería dejarla ir con tanta facilidad.—¿Hicimos algo mal? Se han sentido incómodos con nosotros, por favor, no se vayan tan pronto —rogó
—¿Qué vas a querer? —gruñó Alexander cada vez más malhumorado y sin poder disimular lo incómodo que se sentía con aquella situación.Roger no es que se sintiera mejor.El plan «seducir a la pulga» no estaba yendo como ellos querían.Pensó que el hombrecillo iba a ser más fácil, pero ya habían perdido toda la mañana y ese engendro del demonio no había soltado nada que sirviera.—Me gustaría mucho comer un helado, con chispas de chocolate —comentó Bastian como si no lo hubieran llevado a desayunar y no se hubiera tragado la mitad de lo que ofrecían en la carta.—Ir a comer un helado puede ser un buen plan para tres amigos que quieren sentarse a charlar con calma —dijo Roger intentando que la incomodidad de Alexander no se hiciera tan evidente.—Me siento en las nubes, nunca esperé que me agasajaran de esta forma y no un hombre, ¡dos! Pero ¿están seguros de que solo quieren hablar? Podemos comer el helado los tres… Sobre mi cuerpo desnudo. —Roger sintió un escalofrío y no pudo ocultar la
—Eli, de verdad que no puedo creer que Alexander esté involucrado en algo así —le dijo Diana mientras observaban a Roger, Alexander y a Bastian en la playa.La noche anterior su amigo había llegado muy misterioso y se las llevó aparte en el mismo momento en que sus esposos desaparecieron juntos.Ambos traían el rostro ceniciento y mucha preocupación en su semblante, pero se negaron a hablar y se encerraron juntos en el despacho de Roger.La respuesta a aquel comportamiento la tenía Bastian.Cuando las informó de lo que aquellos dos orangutanes estaban dispuestos a hacer por sacarle información, decidieron llevarlos al límite.—Sigo diciendo que lo mejor habría sido que le contara la verdad, si está dispuesto a escucharla y a creerla sin importar lo que le duela, yo no quiero tener secretos con Roger —dijo Elizabeth.Al final, no podía estar protegiéndolo siempre, le habría gustado que él no tuviera que saberlo, ya no vivía con su suegra ni con su cuñada y lo ocurrido para ella era par
Su amigo se soltó de su agarre, tampoco es que él pusiera mucho empeño en retenerlo, nada le apetecía más que borrarle la sonrisa.Cuando más escuchaba a Bastian hablar más factible veía la idea de lanzarlo al mar con una enorme piedra colgada al cuello.La pulga esquivó el derechazo de su amigo, era rápido, pero cayó al suelo boca arriba y miraba a su alrededor como si esperara que alguien lo salvara.Roger ya se había cansado, no sería él quien lo ayudara, ese hombrecillo se había ganado una paliza y se iba a sentar con toda la comodidad a presenciarlo.—¿Necesitas ayuda? —le preguntó a Alexander—. Yo creo que puedes tú solo, pero si quieres lo remato yo, ve comenzando.Su amigo sonrió con esa expresión que decía lo mucho que lo iba a disfrutar y golpeó la palma de su mano con el puño simulando lo que haría con el rostro de Bastian.—Cuánta agresividad y testosterona en un solo hombre, cómo me pone este vikingo.—Lo que te voy a poner es en el cementerio, pulga del infierno.Alexand
Elizabeth corrió para escaparse de su esposo y su expresión de incredulidad tras escuchar las palabras de Bastian y de los rostros que la miraban con lástima.Roger había quedado tan impresionado al escuchar a su amigo que ni siquiera reaccionó cuando ella se dio la vuelta y comenzó a correr.No la creyó, pudo ver en su mirada como la incredulidad inundaba sus facciones y ella no pudo soportarlo.Su esposo la alcanzó cuando estaba por arrancar el coche para marcharse de allí.Iba a acelerar, aturdida y con lágrimas en los ojos cuando sintió que le golpeaban el capó.Su esposo estaba frente al coche, impidiéndole que se escapara.Había colocado ambas manos sobre el capó y tenía la cabeza mirando hacia ese lugar mientras respiraba con dificultad.Al parecer había corrido mucho para alcanzarla.Elizabeth abrió la ventana y asomó el rostro.—Roger, ¿puedes apartarte? Quiero ir a casa —intentó que su voz no se escuchara entrecortada, pero era difícil porque las lágrimas no dejaban de salir